Albert Rivera desayunó ayer en Málaga. Desayunar es bueno y Málaga es un magnífico sitio para hacerlo pero Rivera más que en el café quiere estar hasta en la sopa. Fue un desayuno informativo, de hotel, moqueta y pachuli, olor a gente recién afeitada y cruasanes tal vez revenidos. Un ambiente aséptico que sin embargo se presta a lo ideológico. Rivera ensalzó los dos años de gobierno PP-Cs en la Junta, con un público afín formado por dirigentes del PP y de Ciudadanos. En el acto, el vicepresidente de la Junta, Juan Marín, no descartó ninguna fórmula para concurrir a los siguientes comicios, lo cual da pábulo a los desayunáculos políticos que especulan con que en el futuro él se integrará en el PP. Ahora no hay cenáculos, ahora todo cierra a las seis y las conspiraciones políticas son de almuerzo con breve sobremesa o a la hora en la que no pocos consideran justo y necesario continuar acostados. A lo mejor he escrito este artículo solo por el deseo de emplear la palabra pábulo. El desayuno fue iniciativa de Europa Press y además del zumo de naranja la cita exhaló jugo. Político. Marín dijo que la vida de los andaluces ha cambiado en los últimos meses. Bueno,uno se mira para sus adentros y para sus afueras y no ve mucho el cambio, tal vez que está uno más gordo, lo cual sería injusto imputar a una gestión gubernamental. Más bien es la mala gestión del apetito y de las tentaciones dulces y prenavideñas. Lo que ha cambiado la vida de los andaluces es la pandemia, que viene cambiando por otra parte la vida de todas las personas del globo. Hace dos años que el PP y Cs gobiernan Andalucía, con el auxilio de Vox, y tal cosa otros la celebrarían con un buen whisky, un brindis, champán o unas gambas plancha quizás, pero Cs prefiere el café matinal, que es algo como más europeo, aseado y liberal. Un bienio ya. A la oposición se le está haciendo muy largo. A veces tienen que desayunarse sapos, cosa seguramente más desagradable que un café. De hotel, incluso.