Hay que salvar la Navidad sólo la puntita. Luces doradas para calles comerciales de uno en uno y sin empujar. Preste atención a las señales luminosas que indican que ya puede volver a las tiendas repletas de mercancías y obedezca las señales acústicas que ordenan cuidado con las aglomeraciones. Maravíllese con el centro engalanado y escandalícese cuando lo vea en el televisor. Programe la mesa de Nochebuena y cante el villancico de «no vuelvas a casa por Navidad». Viva sin vivir en usted y muera porque no muere.

Lo que está pasando con las luces de Navidad al final de la segunda ola ya sucedió con los rayos de sol al dar por acabada la primera, aunque la gente en bañador por el paseo marítimo ahora anda abrigada entre grandes almacenes. En este momento en que los drones nos vigilan, los espacios se cuadriculan y las masas se triangulan, hay que aplicar a las mareas humanas la rigurosa medición de las manifestaciones con el fin de saber qué pensamos como sociedad. No vale lo que se cuenta al micrófono del telediario, lo que se responde a la encuesta del CIS, lo que se apoya o condena en las redes sociales porque las palabras no comprometen. Las conductas sí. En las conductas ajenas aprenden a actuar los niños y confirman los adultos.

Es preciso determinar el porcentaje de población inmune a las precauciones por si estamos equivocando la estrategia. Es importante dejar de excitarse con imágenes de barullo y cuantificar, porque siempre hay más gente que no acude a la manifestación masiva de la que va y más personas que no ven el partido de máxima audiencia de las que lo siguen.

Aunque por la naturaleza contagiosa del coronavirus cualquier concentración es, en sí misma, insana a partir de que empieza la dispersión conviene disponer de cifras de cómo piensa la sociedad, es decir, de cómo actúa, para saber si tiene sentido este bombardeo propagandístico masivo o si no lo tiene mantener esta corriente alterna de maravilla y escándalo en el caso de que la realidad concluyera que formamos mareas porque nos gusta hacer olas.