Ventilen las habitaciones y de paso ventilen las mentes. Dejen que entre aire nuevo en cada lugar de trabajo, en las escuelas, en los talleres, en las oficinas, en las residencias de ancianos, en los hogares y en los bares. Abran las ventanas de par en par y consigan que circule el aire, porque al fin y al cabo, el viento no es más que el aire en movimiento por efecto del calor. Tal como enseñaba en su escuela de Ciutadella (Menorca), un ilustre maestro y gran pedagogo, Juan Benejam Vives (1846- 1922), cuyas anotaciones trascendieron al maestro de mi infancia en Lleida: Quiero explicarte una cosa: ¿sabes por qué sopla el viento y alza en blando movimiento recio oleaje en el mar? Madre, también me lo dijo el maestro el otro día; yo la causa no sabía, mas hoy la puedo explicar. El calor, dice el maestro, todos los cuerpos dilata, y el viento que se desata es efecto del calor. El aire, así dilatado, mueve otras capas, y en breve el airecillo más leve es huracán destructor. Un bello poema infantil que aprendíamos en la escuela, junto a la lista de los Reyes Godos o la Formación del Espíritu Nacional. Pasaron varios años y el viento se hizo canción y derivó en protesta hacia la Dictadura. Esta vez fue Raimon (Xàtiva, 1940), quien tomando otras palabras: «Al vent, la cara al vent, el cor al vent, les mans al vent...», nos enseñó la importancia de dejar en el viento la esperanza del cambio. Pero era un viento unido, trabajado con el corazón y con las manos, con el esfuerzo colectivo. ¡Si éramos capaces de seguir la dirección del viento moveríamos lo que parecía interminable! A este autor la imagen del viento le venía de lejos. No en vano nos deleitaba con un viejo escrito de Ausiàs March (1400-1459), quien con su maravilloso texto ´Veles e vents´, había convertido el canto en ceremonia obligada de sus recitales. (Veles e vents han mos desigs cumplir faent camins dubtosos per la mar?). Aunque se trata de un canto marinero de retorno a casa, donde espera el amor, se supone que correspondido, la letra nos sumerge en un recordatorio de los diferentes vientos que soplan en el Mediterráneo y narra la importancia de fiar el regreso de la barca a un buen viento de popa. Velas y vientos que nos devuelvan la esperanza. En la situación actual, en la que nos guste o no, todo se hace comparable a una pelea desigual entre la humanidad y el SARS-CoV-2, valen todos los apoyos y aliados para erradicar el virus. Aunque hemos tardado varios meses en disponer de información contrastada, el contagio por aerosoles es ahora un elemento reconocido por diferentes autores y la necesidad de ventilar una obligación compartida. (Kevin P Fennelly. Lancet Respir Med 2020;8: 914-24). Un investigador español, el profesor José Luis Jiménez, de Zaragoza, pero actualmente en Colorado, es un ilustre destacado en el estudio de este tipo de transmisión (Z.Peng, JL.Jiménez. https://doi.org/10.1101/2020.09.09.20191 676). Sus escritos y sus colaboraciones son seguidas puntualmente por los medios de comunicación y llama la atención la claridad de sus exposiciones. La palabra ´ventilar´ deberá acompañar nuestras acciones preventivas, tal como hemos aprendido con el uso de la mascarilla, la limpieza de las manos o la distancia social. Respirar al aire libre o hacer circular el aire para mantenerlo limpio, es el primero de los cuatro principios que debemos practicar en nuestro entorno.

Y si les queda un momento, relajen, busquen en ´youtube´ o entre su colección de discos antiguos, una maravillosa canción popular inglesa, procedente de la región noreste de la Isla, interpretada a capela por la contralto Kathleen Ferrier (1912-1953). Se titula ´Blow the wind southerly´. (Sopla el viento del Sur, donde se encuentra el hermoso mar azul. Sopla, hermosa brisa, y tráeme a mi amado). Es una melodía exquisita y no les quedará más remedio que oírla varias veces, con los ojos cerrados y con la esperanza puesta en que este viento del Sur nos devuelva, no solo al ser amado, sino el triunfo sobre la pandemia.