En pocos días hará un añito de la salida a escena del virus en el Mercado de Mariscos de Wuham, China. Aunque se habló mucho de China entonces, al principio no cundió el miedo: la mayoría pensaba que sería la típica alarma de los alarmistas, pues los aparatos de higiene, prevención y salud de Occidente serían un blindaje formidable ante el bichito. En el año transcurrido hemos ido de despiste en despiste en cuanto a vías de contagio, modos de prevención, medidas de contención y tratamientos. El juego de cargar culpas ha sido igual de penoso: al que le va mal se le acusa de haberlo hecho mal, hasta que le va bien, y del que le va bien se dice que ha acertado en las medidas, hasta que le va mal. Mientras, el bichito va y viene, a oleadas, como si nada, salvo en China. Nuestra soberbia sistémica debe de tener bastante que ver con nuestros fracasos, pero antes muertos que humildes.