La elección de un filósofo para presidir un ministerio como el de Sanidad puede haber sido el acierto del siglo. Se supone que en su nombramiento no había información privilegiada, que se desconocía la gran pandemia que oficialmente llegó mes y medio después de su designación. Habrá que agradecer al presidente del Gobierno su preferencia por una persona de semejante aguante. Las primeras jornadas tras su toma de posesión fueron de cierta sorpresa. Lo pertinente parecía que sería nombrar a un médico o un administrador de centros sanitarios u hospital como gestor de un departamento cuya misión es velar por la salud del contribuyente. Y, aunque no abundaban los galenos al frente de los sucesivos ministerios de Sanidad a lo largo del periodo democrático, el nombramiento de un filósofo llamó la atención en algunos sectores. Sobre todo en los del ámbito sanitario. Asociaciones y sindicatos médicos mostraron cierta preocupación o desánimo. Aunque más bien los comentarios se sucedieron entre los profanos en la materia, la gente en general que extrañaba un filósofo en un ministerio de estas características. Pero realmente solo ha habido cuatro médicos al frente del departamento sanitario. Fueron bastantes los licenciados en Derecho los ocupantes de esa silla en los Consejos de Ministros de los distintos gobiernos; también ocuparon la cartera tres economistas seguidos y profesionales técnicos hubo varios. Solo Bernat Soria, Carmen Montón, María Luis Carcedo y Ana Pastor son licenciados en Medicina. Los tres primeros del PSOE y la última mencionada del PP. Soria es un científico a la vez que experto ejerciente desde diversos organismos sanitarios internacionales; Montón llegó al ministerio tras ser consejera de Sanidad en la Comunidad Valenciana; Carcedo ha ejercido la medicina en centros de atención primaria, también como responsable sanitario de municipios y como Consejera en el Principado de Asturias. Ana Pastor ejerció la medicina en sus primeros años de profesión y luego diversos cargos políticos relacionados con la gestión sanitaria antes de llegar al ministerio. Muchos españoles padecieron el envenenamiento masivo del aceite de colza desnaturalizado, otros sufrieron la gripe aviar, llegó también la catástrofe de las vacas locas, otros covis?. y los titulares de Sanidad tenían una profesión poco relacionada o nada con estas epidemias. Pero semanas después de comenzar este año, con el equipo de Gobierno casi en pruebas, nos inundó el nuevo coronavirus, el covid-19, y los comentarios apuntaron a un ministerio gobernado por un filósofo y con un "desmelenao" afónico informando de la extensión de la pandemia. Carne de meme. Claro que la situación pasó a mayores y la oposición política se ensañó con los representantes ministeriales y, por ende, con el Gabinete en su totalidad. Mientras en otros países gobernantes y oposición acordaron esfuerzos para combatir el desconocido virus, en España el populismo de los opositores radicalizó su postura y atacó sin científicos argumentos el tratamiento con que luchaba Sanidad. Al director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, que durante muchas semanas comparecía ante los medios todos los días, le persiguieron hasta negarle unas merecidas vacaciones y su único alivio es tomar con humor su figurita del caganet. Pero si Simón tiene espaldas, el ministro Salvador Illa muestra una tranquilidad que posiblemente tenga que ver con su formación de filósofo. Recibe las acusaciones, pienso que la mayoría sin fundamento, sin apenas pestañear. Apenas se inmuta aunque muestre en su rostro, aparentemente, un semblante entre apagado y triste. Es decir, soporta las continuas acusaciones de la oposición con una paciencia oriental. Alto y delgado, pero de espaldas anchas, como decimos en Asturias, se lo echa todo al "llombu".