Querido lector: le imagino ocupado en los mismos menesteres que yo, esto es: escribiendo la carta a los Reyes Magos de Oriente. Seguro que hemos empezado ambos siguiendo la fórmula establecida: «como este año he sido muy bueno?», pero, ¡qué le vamos a hacer! Es que es cierto. A ciertas edades, uno está más en disposición de experimentar la maldad ajena que en la de ejercer la propia. De modo que, con esta premisa, procede solicitar algunas gracias a Sus Majestades.

Ante todo: algún viaje, que siempre conviene cambiar de aires, aunque sea un poco. «Para desconectar», es la excusa. Ah, no, quita. Este 2021, me temo que tampoco va a poder ser. Entonces, algo para el guardarropa, una prenda para las ocasiones especiales y los eventos sociales, ¿no? No, eso tampoco parece que vaya a ser de utilidad en un futuro próximo. Como recurso, la tentación de pedir libros siempre está presente; pero las prescripciones de Marie Kondo son expresas: no más de 30 ejemplares en cada hogar, y digamos que ya hemos rebasado holgadamente esa cifra. De ahí se encadena otra propuesta: lo que vendría bien de verdad es un par de habitaciones adicionales en casa, ya saben: un espacio seguro para videoconferencias, a prueba de interrupciones de diversa índole. E insonorizado, a ser posible. Pero me temo que el edificio ya tiene agotada la edificabilidad y semejante petición resulta poco realista, además de implicar una infracción urbanística. Y de las no legalizables. Desechada, pues. La opción de un coche nuevo había quedado descartada desde el principio; total, se iba a quedar muerto de risa en el aparcamiento.

Al final, la petición de este año se va a centrar en lo que otras ocasiones se había planteado como accesorio: salud, mucha salud para mí y para los míos. Y que no falte el trabajo. Que no es poco pedir, con la que está cayendo.

Y para usted, lector. Le deseo una feliz Navidad