Si alguien lo vaticina el año pasado por estas fechas, lo hubiesen tomado por loco. Le habrían colgado el sambenito de criatura peligrosa que le echa maldiciones a sus hermanos humanos y lo hubiesen confinado en un peñón situado en medio de un océano. Y, luego, cuando un año después -o sea, ahora- se hubiese cumplido su profecía navideña, lo habrían liberado con honores y nombrado Doctor Honoris Causa por varias universidades prestigiosas. Pero, al parecer, no se ha dado el caso. Era impensable, hasta para el más visionario de la tribu de los lumbreras, que en este preciso instante mirásemos más hacia las instalaciones acristaladas de unos laboratorios farmacéuticos que a una humilde y dulce fábrica de mantecados de Estepa. Por la misma regla de tres, retumban en nuestro subconsciente marcas de vacuna en detrimento de las de cava y turrón. Los anuncios con hechuras de noticia sobre Pfizer y Moderna nos rondan con más énfasis que la publicidad de Freixenet y El Almendro. Por primera vez en mucho tiempo, no estamos tan pendientes del tendero que pregona en el mercado el pavo, el jamón de pata negra o los langostinos. Los oídos han escrutado con una mezcla de expectativas y recelo el soniquete de tómbola con el que, en la ´caja tonta' o la radio, los políticos cacareaban con fechas variables la inminente llegada del remedio a la piel de toro.

Antes incluso de que la Agencia Europea del Medicamento lo confirmara, los representantes públicos especularon sobre un adelanto o un retraso en la llegada de la vacuna. Al final, será en vísperas del Día de los Santos Inocentes. La buena nueva ya está en boca de los mismos que la situaban en la empinada cuesta de enero. Donde dijeron digo, decían Diego sin acudir a un prudente recurso para prevenir frustraciones. Sea lo que fuere, el aterrizaje de las dosis contra el virus en las jeringas corría el peligro de convertirse en una versión navideña del ´cuento del lobo'. Por lo pronto, nos mosquea que en Reino Unido, Canadá o Estados Unidos -incluso en el estado libre asociado de Puerto Rico- la aguja ya se siente en el brazo de su población. También sabemos que a ciertos países -los de siempre- la vacuna llegará tarde y mal, pero eso nos preocupa mucho menos.