Con motivo del Día Internacional de las Personas Migrantes, el 18 de Diciembre, y al acercarse estas fiestas navideñas, he querido aprovechar para mostrar mi agradecimiento y el de toda la Junta Directiva de nuestra asociación Málaga Acoge, no sólo a las voluntarias y voluntarios, técnicas y técnicos, sino también a otras entidades, parroquias, asociaciones, colegios e institutos y demás organizaciones, especialmente en estos meses difíciles de la pandemia, por su labor y su implicación generosa y solidaria en nuestras diferentes sedes y actividades.

Hemos contado con parroquias que, generosamente, nos han cedido locales para nuestras clases de español para personas migrantes y actividades con menores. Merece mención especial el IES Vicente Espinel (Gaona), al que hemos reconocido en nuestra última asamblea como socio de honor de la entidad por su apoyo en el retorno educativo a las chicas y chicos vulnerables que venimos acompañando en la asociación.

Es importante resaltar la labor incansable de nuestra entidad en los meses del estado de alarma: No se dejó de trabajar, abriendo una red de teléfonos de urgencias, trabajando en equipo ante las llamadas de personas desesperadas que no podían cubrir sus necesidades más básicas, niños y jóvenes que dormían en la calle. Se realizó un seguimiento de itinerarios, asesoramiento general y laboral, ayuda en las tramitaciones, diagnóstico social, y sobre todo acogida, escucha y apoyo psicológico.

Transmito lo que Mamen Castellano, técnica y miembro de Málaga Acoge, nos dice: «Para mí ha habido dos grandes lecciones y aprendizajes de este año tan complicado que termina: Por una parte, la pandemia de la Covid-19 ha sacado a la luz las grandes desigualdades que ya estábamos viendo en nuestra asociación; no es justo decir que la Covid no discrimina a ricos y pobres y que afecta a todas las personas por igual. Porque es posible que la enfermedad sí, pero todo lo que ha rodeado esta pandemia ha impactado de forma diferente. Las consecuencias económicas, psicológicas o sociales no han sido igual para unas que para otras; cuando a uno de los jóvenes extutelados que apoyamos le dijeron el 12 de marzo en el instituto que se tenía que ir a casa y no salir, acudió a nuestra sede y nos preguntó que adónde se iba si dormía debajo de un puente.

Esto es como un gran mar y la tempestad nos pilló a unos en barcos que más o menos flotaban y a otros en una canoa o en una simple tabla que apenas se mantenía sobre el agua. Por otra parte, personalmente, esta situación me ha hecho sentirme parte, más que nunca, de un equipo y un engranaje en el que todas y todos los que formamos la asociación somos necesarias para la labor que durante 30 años llevamos cumpliendo. Cada uno y cada una, desde su casa o saliendo a la oficina o a los pisos que gestionamos cuando tocaba, éramos parte de esa entidad de la que cada día me siento más orgullosa y en la que siempre he trabajado dándolo todo como si tuviera por delante 100 años de trabajo, pero con la intención de desaparecer. Y es que es deseable que algún día Málaga Acoge no sea necesaria porque las administraciones y la sociedad hagan lo que deberían hacer: acoger al de fuera y al diferente como lo que es, una persona con los mismos derechos y deberes que todas las demás personas con las que conviven».