Quiero dormir el sueño de todos los niños, y vivir todos los cuentos de Navidad, por eso hoy comparto este guiño, que es mi única verdad. Quiero que cada adiós tenga su punto y seguido, o que mis labios den gracias a Dios, por haberte conocido. Que tus anhelos encuentren respuesta a los pies de la chimenea, o en una simple mirada, y que echarte de menos no sea costumbre, sino una anécdota olvidada. Quiero limpiar de rencores el camino, allanar el futuro incierto, que la senda sea compartida, y que vayamos todos a una, que rima con vacuna. Quiero sonreír más, y que tú desees verlo, pero con la mascarilla es difícil, puedes creerlo. Se me está yendo la olla, pero no seguiré por ahí, guardaré las formas, que olla tiene mala rima consonante. O eso dicen las normas, al menos las de antes.

Quiero que seas el ancla que lastre mis castillos en el aire, que mayo no se quiebre como hebras de azafrán, que la vergüenza no tenga precio, el abrazo no deba pedirse, y que, por fin, no valga la pena rendirse. Quiero que las buenas nuevas se compartan, que pueda espiar por debajo de tu ansia, que las persianas se levanten con el gallo y caigan más tarde que la luna, que los poetas gobiernen el mundo, y que tus manos marquen el vaivén de su cuna. Quiero encontrarte en esa serie, adivinarte en una canción, tocarte en aquel lienzo, o que te descubras en este texto, en cada renglón. Quiero que para siempre no tenga fecha de caducidad, que los cuentos que te inventas no alcancen su final, que seamos felices porque sí, y no por casualidad. Quiero que seamos más de seis, que no nos cuenten con los dedos, ni en fiestas de guardar, y que vengas a mi mesa, sin tenerte que censar. Quiero que se casen los décimos, y se junten los segundos, para divorciar al maltratador del tres al cuarto, que es un malnacido, y me tiene harto. Que la censura se ponga en cuarentena, que los ofendiditos abandonen el erre que erre, y que los cansinos sean aislados, sin necesidad de PCR. Quiero, quiero, quiero; tú no quieres nada, quiero tres de mollejas, y otras tantas cañas.

Quiero que la muerte no sea el final, porque no es más grande quien más espacio ocupa, sino quien más hueco deja, que el luto no sea tu uniforme, me niego, rebélate, no te conformes. Quiero aprender a trovar, y que me confundan con Sabina, que hoy parezco Gloria Fuertes harta de fino, para más señas: La Ina. Tú te crees que esto es fácil, que no tiene emoción, pero a estas alturas de la columna, me falta rimar camión con balón. Y lo peor de todo, lo que más me embrolla, no es que me atasque, es que sigo dándole vueltas, a qué coño pega con olla.

Quiero verte bajo la lluvia, y que me no pille durmiendo, para poder tocarte, y saber que no fuiste un sueño. Quiero volver al bar de siempre, reencontrarme con la parroquia, para opinar de todo, y ciscarme en el gobierno, que para eso soy cliente. Camarero, otro copazo, que por fin se acaba 2020. Quiero que todos tengáis trabajo, que nos ocupen nuestras labores, y nos paguen lo merecido, recibir lo estipulado, que ya está bien, de tanto aprovechado. Quiero salir en un artículo de Loma, o que me plagie Bob Dylan, y no lo digo en broma, los deseos se cumplen, digan lo que digan.

Querido lector, espero disculpes que hoy lance este guiño, este amago de poema, al menos lo he intentado, con todo mi cariño. Serán las fechas, serán las copas, será que se me fue la olla, o simplemente que soy gilipollas. Joder, ya resolví la duda, qué alivio, de verdad. Que se cumplan todos vuestros deseos. Feliz Navidad.