La Nochebuena ha venido, nadie sabe como ha sido. Ha aparecido de pronto, como uno de aquellos parientes del pueblo que antes, cuando la vida era otra cosa, de repente se presentaba en casa con una maleta y una sonrisa y unos chorizos de la reciente matanza y se quedaba unos días, ni siquiera él sabían cuántos, y además nadie se lo preguntaba. La Nochebuena, como en aquel célebre poemita de Machado sobre la primavera, se ha presentado sin avisar este año que se detuvo el 13 de marzo, este año que dice un amigo mío que no debería, siquiera, contar para la edad.

He preguntado por ahí, no mucho, tampoco es cuestión de ponerse pesado, pero ha sido suficiente para saber que lo mismo que a mí le ha pasado a casi todo el mundo, que este año se nos ha hecho un presente continuo, un mismo día repetido, como en esa película de Bill Murray y la marmota.

Sin embargo, parece que el fenómeno no es nuevo. Algunos historiadores ya defienden la teoría de que estamos instalados en lo que el François Hartog llama "presentismo", y que consiste en que vivimos con la sensación de que sólo existe un presente caracterizado por la tiranía del instante y por la rutina de un ahora interminable.

Según este historiador francés, en algún momento entre finales de la década de 1980 y el cambio de siglo una convergencia de tendencias sociales nos llevó a este tiempo del "presentismo", un momento histórico que ahora, en estos días, se agrava porque "el futuro no es un horizonte radiante que guía nuestros pasos, sino una línea de oscuridad que se acerca".

Probablemente tenga razón y estamos transitando un tiempo que es un "no tiempo", como hay lugares que son "no lugares", que están fuera de todo, espacios de transitoriedad tal y como los definió Marc Augé.

Pero, precisamente por eso, si alguna vez hubo motivos para pedir salud y esperanza es ahora. Si alguna vez quisimos colmarnos las manos, las miradas, las sonrisas, de algo parecido a la fe, pero no a la fe en el dios de cada uno (en el caso de tenerlo), sino en esa firme voluntad de continuidad que poseemos los seres humanos, esa capacidad para extraer algo bello y algo bueno de todo lo terrible, es este preciso momento.

Aunque nadie sepa cómo ha sido, la Nochebuena ha venido y parece, quiero creer, que trae una luz prendida.