Sí que están siendo diferentes estas Navidades. Con lo que nos gusta celebrar a nosotros y eso de pasarlo bien. Hasta todos esos que odiaban las reuniones familiares por aquello de verse con su suegra o aguantar al cuñado pesado de turno andan quejándose de que este año no nos dejan reunirnos en familia. Muchos serán los mismos que no hicieron deporte en su vida y corrieron a comprarse el chandal para salir a correr durante el confinamiento. Yo que sé, yo no entiendo mucho pero lo que veo son las terrazas llenas de gente cada día que paso así que mucho miedo al COVID no hay. Y por no entender, tampoco entiendo cómo veo imágenes en los informativos de lo desiertas que están calles que en otros años estaban a rebosar de gente celebrando la Navidad pero, por el contrario, el número de contagios sigue subiendo sin parar.

Lo que sí me parece, y tampoco aquí nos pondremos de acuerdo, es que pienso que el único camino para el fin de esto es la vacunación. Sin duda que no sabemos si esa vacuna trae algún efecto secundario o no. Pero si es la opción para ver a nuestros padres y abuelos con tranquilidad de no contagiarles, yo me la pongo. Y si hay dos vacunas y pudiera, me pondría las dos sin dudarlo.

Pues en estas Navidades tan diferentes en las que pensar en los demás creo que tiene más valor que nunca, me ha producido una gran decepción todo lo sucedido entre el FC Barcelona y Thomas Heurtel. Hace pocas semanas, hablando de lo sucedido en Italia con la Virtus de Bolonia y su entrenador, Djordjevic, nos demostraba que ciertas decisiones no se pueden tomar en caliente. Pues creo que aquí tenemos otro caso muy parecido. Seguro que el club catalán puede llenarnos de razonamientos y hechos demostrando lo mal que se ha portado Heurtel. Ninguno de ellos me parece suficiente para no dejar subirse al avión a un jugador de tu equipo y dejarlo tirado en otro país. Cuando tomas esa decisión tan drástica y tan lejos del corazón, pierdes la razón aunque la tuvieras, que no sabemos si es el caso. Lo único que muestras es poca reflexión y mucho calentón por tomar esa determinación después de perder un partido, odio porque tu eterno rival se mete por medio, y muy poca memoria porque hablamos de un jugador que no hace mucho era un emblema por hacerte ganar alguno de tus últimos títulos.

Después de ese error, no pedir perdón, no rectificar y no dejar salir al jugador o amenazar con hacerlo entrenar en el segundo equipo pues no sé si es peor. Que sí, que no quieren dejarlo salir al Real Madrid, pero que eso podían haberlo gestionado posiblemente de otra manera. Y pensar que tienes a un gran jugador defenestrado y que lo mismo tú como club también tienes parte de culpa de no saber sacarle más provecho a quien no hace tanto te hacía ganar.

Por eso es mejor quedarse con el ejemplo que nos ha dado en estos días Gennaro Gattuso, entrenador del Nápoles. Gattuso padece miastenia gravis, una enfermedad que le ha afectado a un ojo haciéndole ver doble y afeando su rostro por tener el párpado caído. Pues el entrenador italiano se quitó el parche con el que dirigió su último partido mostrando su ojo caído para decirle a todos esos chicos jóvenes que se ven feos que no deben preocuparse, que la vida es muy bonita y merece ser vivida.

¡Bravo por Gatusso! Su ejemplo en el momento tan duro en el que nos ha tocado vivir, y mucho más en estas fechas tan señaladas, demuestra que en el negocio del deporte que mueve tanto dinero y hay tantos intereses también se puede tener corazón.

Bueno, y ya puestos, no puedo acabar sin desearos a todos Feliz Navidad. Cada día que pasa es uno menos para que esta pandemia se acabe. Pero nada, ni el COVID nos puede impedir vivir la vida con alegría y ganas de vivir.