L unes. Almuerzo en Lo Güeno con José Antonio Sau y Javier Muriel. De un almuerzo entre tres que escriben columnas no puede salir nada bueno, aunque las cervezas nos salen espumosas y a una temperatura ideal, la misma que va adquiriendo el local merced a una ruidosa comida de empresa. Sugiero unas setas de entrante, que me acabaré comiendo yo solo. Muriel nos cuenta con detalle la audiencia que le concedió el Papa y algunos de sus avatares con clientes singulares de la Costa, él que es hombre prudente, abogado de éxito, padre tierno. En su vena de provocador, anotemos que se ha atrevido a hacer una columna en verso. Sau tiene médico y se va pronto. Sau tiene novela y se la presentaremos Juan Gaitán y yo en marzo. A veces escribo solo para poder leer la palabra ágape. Al ágape estaba también citado Pedro Marín Galiano, que está teniendo mucho éxito con su ´Vosotros los que entráis', un policiaco sobrenatural con prólogo de Carlos Sisí en el que Fray Martín Escribano llega a Villa Miranda, una antigua finca habilitada como negocio de hospedería. Inquietante. En la silla de Pedro ponemos los abrigos y cometemos la desconsideración de no hablar mal de él, que es lo que hay que hacer cuando un amigo no viene a un condumio, ágape o conspiradero. Nos conjuramos para hacer de esto una cita fija. Así es la vida, un día te descuidas y fundas una tertulia. La amistad hay que cuidarla, si bien yo soy más partidario de darle cerveza.

Martes. Menos da una pedrea. Verificación de la mala suerte. Décimos para nada. La tele agobia con tanta noticia lotera. Nos ha tocado el virus, dice uno. Afortunado en amores. Comprar libros también es una lotería. Yo quiero uno de Max Aub compuesto de micro relatos («lo maté porque era de Vinaroz») y también ´El hijo del Chófer', de Jordi Amat. Dicen los sociólogos que compramos lotería a veces «solo» por el temor a que le toque a los que tenemos cerca y a nosotros no ¿Cómo que «solo»? ¿Es que hay otro motivo? En otro tiempo, el 22 era un día de anís y churros en la redacción, día de inusual madrugón. Se sacaba una edición vespertina. Hoy hay algo de ese bullicio de antaño en el periódico, pese a que la mayoría está de teletrabajo. Los pantallones de fondo muestran a los niños de San Ildefonso y también anuncios de perfume. El frío que entra por las ventanas abiertas pone algo de gelidez en la caliente actualidad. Dónde se habrá metido el fotógrafo.

Miércoles. El aperitivo es el vestíbulo de la felicidad.

Jueves. Las gambas son la infantería de la mariscada.

Viernes. He aprendido a convivir con mis miedos. Y ahora todos quieren una habitación propia.

Sábado. No hay columnista que se precie sin su cuento de Navidad. No es ningún cuento que este año no me ha dado tiempo a escribirlo. Sin perjuicio de que la confesión que acaba de leer no pueda ser en sí misma un buen cuento. Como dijo Paul Auster en un cuento de Navidad, «Mientras haya una persona que la crea, no hay ninguna historia que no pueda ser verdad».