Opinión | Inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Negocio e independencia

Leo una amplia entrevista con Josep Oughourlian, accionista mayoritario de Prisa, grupo editor de la cabecera que fue referencia en España del llamado ´periodismo de calidad'. El empresario (48 años), de raíces armenias y libanesas, según nos lo presenta el autor de la entrevista, utiliza el medio del que es propietario para desmentir categóricamente que haya invertido 300 millones de euros para hacer favores al Gobierno que preside el socialista Pedro Sánchez. «Yo no he invertido 300 millones de euros -afirma- para hacer favores al Gobierno de España. Es un sinsentido. Yo he venido aquí para ganar dinero». Se agradece la sinceridad sobre el objetivo principal del negocio, aunque el señor Oughourlian sabe de sobra que esa ocupación también es compatible con la de hacer favores al Gobierno de turno o a otros conglomerados financieros. Esa delicada tarea la ejercieron durante muchos años a partir de la muerte de Franco el periódico ´El País' y la cadena SER. De hecho, el lanzamiento del periódico fue apoyado en principio por un conjunto de personalidades de variada orientación ideológica como Fraga Iribarne, Ruiz Giménez, Pío Cabanillas, exministros y altos cargos franquistas, Ramón Tamames, entonces destacado militante comunista, Juan Arespacochaga, exalcalde de Madrid y otras notabilidades. La dirección del medio se encomendó al jovencísimo periodista Juan Luis Cebrián, hijo de Vicente Cebrián, un alto directivo de la Prensa del Movimiento. Cebrián hijo era conocido en el círculo de amistades de su padre (Ramón Testa, Jaime Campmany, Donato León Tierno...) como ´el bebé furioso' por su supuesto parecido con el personaje de una obra de teatro que tuvo un relativo éxito en el inicio de la década de los ochenta. Precisamente, el mismo círculo que se encargó por un tiempo de las relaciones públicas de la dictadura militar argentina en España. La arrolladora ocupación del poder por el PSOE de Felipe González convirtió a Prisa en la referencia obligada del progresismo informativo y propició una sólida alianza entre el político sevillano y el periodista madrileño, que habría de durar muchos años (hasta no hace mucho, cualquier movimiento hacia la izquierda en el PSOE era saludado desde las páginas de ´El País' con una andanada de ´fuego amigo' en forma de artículo firmado por el gran patriarca socialista). Tras la toma del poder en Prisa por Oughourlian habrá que estar atentos a los nuevos objetivos de la empresa, a la que su dueño dice querer independiente y prestigiosa en beneficio, sobre todo, de sus lectores (entre los que me encuentro pese a disentir de algunos planteamientos). En otro orden de cosas, llama no poco la atención la dureza con que Oughourlian retrata la oferta de compra del empresario asturiano Blas Herrero. «Lo más terrible es lo que pasó con Blas Herrero, que fue el colmo. No puedes vender ´El País' y la SER a Kiss FM. No se puede vender sin ver quién te hace la oferta». Hubo un tiempo en que Herrero aparecía en los medios como empresario afín al PSOE. O al menos a cierto sector del socialismo asturiano. Gracias a esas influencias tuvo acceso al reparto de emisoras a las que el concurrió como titular de Radio Blanca que no fue, como pudiera suponerse, una entidad próxima al Real Madrid sino al negocio de venta de leche de su padre, que era celador de la residencia hospitalaria de la Seguridad Social en Oviedo.