Opinión | 360 grados

Joaquín Rábago

Aumenta la presión para «devolver la libertad perdida» a quienes se vacunen

Los expertos insisten en que lo más urgente es vacunar a los grupos de población en los que se ha dado el mayor índice de mortandad por el Covid-19

Mientras persiste el escepticismo en Alemania en torno a las nuevas vacunas, incluso entre muchos sanitarios, crecen las presiones sobre el Gobierno para que «devuelva las libertades perdidas» a quienes acepten voluntariamente vacunarse cuando les llegue el turno.

Es lo que defienden, entre otros, dos candidatos a la presidencia de la Unión Cristianodemócrata alemana y posibles aspirantes también a la cancillería federal, el centrista Norbert Röttgen y el conservador Friedrich Merz.

El director del Instituto de la Economía alemana, muy próxima a la patronal, Michael Hüther, va incluso más lejos: según él podría obligarse a soportar parte de los gastos hospitalarios a quienes, sin justificación médica, se nieguen a vacunarse y contraigan la enfermedad.

La obligatoriedad, aunque sea encubierta, de la vacunación es rechazada, sin embargo, por el ministro del Interior, el cristianosocial bávaro Horst Seehöfer, y por muchos políticos socialdemócratas mientras que otros consideran en cualquier caso prematuro ese debate.

Al ministro de Sanidad, Jens Spahn, cristianodemócrata, le gustaría poder introducir un pasaporte para los vacunados, pero no antes de que se demuestre, más allá de toda duda, que aquéllos no pueden contagiar a otros, algo que no es todavía seguro.

El laboratorio Pfizer, que junto a Biontech ha desarrollado la primera vacuna aprobada en la UE, lleva a cabo actualmente en EEUU un estudio con 20.000 sanitarios ya vacunados de ese país para determinar si pueden contagiar a terceros, pero los resultados podrían no llegar hasta dentro de semanas o meses

Según el reputado virólogo Christian Drosten, lo más urgente en este momento es rebajar la incidencia del virus gracias a la vacunación porque así se llegará a una situación en la que se habrá inmunizado a la mayor parte de las personas vulnerables y entonces habrá quienes digan que no hay ya motivos para seguir con las restricciones.

Mientras tanto en varios países los científicos debaten la posibilidad de retrasar la aplicación de la segunda dosis de la vacuna de Biontech/Pfizer para administrar la primera cuanto antes a un número mayor de personas, como han propuesto ya las autoridades sanitarias británicas, que se enfrentan a una situación epidemiológica especialmente grave.

Sin embargo, la Food and Drug Administration de EEUU, es decir la agencia encargada de aprobar los medicamentos, lo ha desaconsejado ya que no existe nada que demuestre que, si se espacia la administración de las dos dosis necesarias hasta, por ejemplo, tres meses en lugar de las tres semanas indicadas, va a alcanzarse al final el mismo grado de efectividad.

Todo ello se complica además con la llegada de nuevas variantes del Covid-19 como las descubiertas inicialmente en Inglaterra y en Suráfrica pero que se han propagado mientras tanto a otros países y contra las que serían menos eficaces las vacunas si se dejara pasar más tiempo entre una y otra dosis.

Dos especialistas del famoso hospital berlinés Chárité, el antes citado Christian Drosten y su colega Leif-Erik Sander, no parecen, sin embargo, especialmente preocupados y consideran que mientras las vacunas sigan siendo un recurso escaso, es mejor administrar aunque sea sólo la primera dosis al mayor número de personas, incluso a costa de retrasar algo la segunda.

Mientras tanto, los expertos insisten en que lo más urgente es vacunar a los grupos de población en los que se ha dado el mayor índice de mortandad por el Covid-19, es decir los que viven recluidos en residencias de ancianos, así como al personal que diariamente los atiende. No se puede perder ya más tiempo.