Opinión | 360 grados

Joaquín Rábago

¿Por qué las súbitas prisas de la UE para la firma del acuerdo de inversiones con China?

El nuevo acuerdo permitirá a los inversores europeos un mejor acceso que hasta ahora al mercado de la potencia económica asiática

Antes de lo que esperaban algunos, aunque tras casi siete años de difíciles negociaciones, la Unión Europea ha firmado un acuerdo de inversiones con China.

Lo anunciaron el 30 de diciembre la presidenta de la Comisión, la alemana Ursula von der Leyen, y el ex jefe del Gobierno belga y actual presidente del Consejo europeo, Charles Michel.

Según la UE, el nuevo acuerdo permitirá a los inversores europeos un mejor acceso que hasta ahora al mercado de la potencia económica asiática.

La prensa alemana se queja de que los dos políticos hicieran su anuncio sin permitir preguntar a los periodistas ya que en esta ocasión no hubo conferencia de prensa.

¿Por qué se aprovechó para hacer el anuncio precisamente el período entre la Navidad y el fin de año cuando los ciudadanos tienen la atención puesta en otras cosas?, se pregunta, por ejemplo, el semanario Die Zeit.

Había al parecer prisas por firmar el acuerdo y hacerlo antes de que terminara el semestre de presidencia alemana, dada la importancia que le había otorgado la canciller Angela Merkel.

El tratado acaba con la transferencia obligatoria de tecnología por parte de las empresas europeas que operen en China, aumenta la transparencia en materia de subsidios, prohíbe a las empresas estatales chinas discriminar a los inversores extranjeros, además de establecer un mecanismo de solución de disputas.

El citado semanario, se pregunta, sin embargo, por qué tantas prisas, por qué no se esperó a que tomara posesión, el 20 de enero, el próximo presidente de EEUU, Joe Biden, con el que la Unión Europea aspira a mejorar unas relaciones profundamente perturbadas por la errática política de Donald Trump.

Los atlantistas consideran en cualquier caso que habría habría sido conveniente esperar al demócrata Biden para acordar con EEUU el documento.

Esa coordinación transatlántica sería, según ellos, no sólo conveniente, sino incluso necesaria en un momento en que Occidente quiere ganar peso, capacidad de influencia frente al cada vez más poderoso y autoconfiado rival asiático.

Durante los años de presidencia autocrática y ultranacionalista de Trump, la Unión Europea ha seguido defendiendo el multilateralismo en las relaciones internacionales, pero a la primera de cambio, se queja Die Zeit, ha hecho dejación de ese principio.

Si Biden viajase a Pekín y hablase en nombre de Occidente, argumenta el periódico, el presidente chino, Xi Jingping, podría con razón preguntarle, en alusión al tratado de inversiones entre Pekín y Bruselas: «¿Occidente? ¿Qué Occidente?».

Pero uno puede por el contrario preguntarse: «¿No ha defendido siempre Estados Unidos, no sólo con sino también antes de Trump, sus propios intereses comerciales? Y ¿puede caber alguna duda de que, con el 'multilateralista' Biden en la Casa Blanca, lo seguirá haciendo?

Es cierto que los europeos no han conseguido a cambio de las autoridades comunistas chinas un mayor respeto por ese país de los derechos humanos y que el compromiso de Pekín en lo referente a la protección de los trabajadores es más bien vago.

Así, se dice en el nuevo acuerdo que China «se esforzará en ratificar los convenios de la Organización Internacional del Trabajo», lo que, dado su historial en materia de explotación laboral, no significa gran cosa.

Todo ello es cierto, pero, sin intentar discutir el contenido concreto del acuerdo alcanzado, materia para los expertos, ¿acaso han importado mucho los derechos humanos también a Washington cada vez que se ha tratado de hacer negocio?

Ya sabemos que la política tiene mucho de cinismo, eso que se conoce con el término alemán de Realpolitik pero ¿tiene que seguir siempre Europa en todo, como un perrillo faldero, a EEUU?