Manuel Velázquez Villaverde nació en Madrid, el 24 de enero de 1943. Su posición natural era la de centrocampista. «Lolo», como cariñosamente lo llamaban sus compañeros y amigos, era un madridista y nunca mejor dicho de «pura cepa». Desde muy joven ya comenzó a mamar lo que significaba ser madridista. Tras destacar como uno de los mejores canteranos de la época, fue cedido al Rayo Vallecano durante una temporada y posteriormente al Málaga, donde tras dos extraordinarios años, sería requerido por Miguel Muñoz para formar parte del primer equipo blanco en la temporada 1965-1966.

Su llegada a la élite blanca se produjo en plena revolución de la institución que presidía Santiago Bernabéu y es que poco a poco una serie de jóvenes intrépidos fueron pidiendo paso al frente de la nave blanca.

Curiosamente, su mayor conquista se produjo en la primera temporada al frente del timonel blanco. Ese año no obtuvo ningún título a nivel nacional, pero esto quedaría totalmente en un segundo plano al conquistar de forma magnífica la sexta Copa de Europa el 11 de mayo de 1966, en Bruselas ante el Partizán, donde Velázquez se convertiría en una pieza clave. Su debut en la máxima competición continental se produjo en los cuartos de final, ante el Anderlecht belga. La magia de las botas de Velázquez junto al desparpajo de los Amancio, Pirri y compañía, fueron las principales bazas.

La calidad y exquisitez a la hora de mover al equipo dotándole de una nueva visión del fútbol moderno, le hicieron acreedor del término «fútbol inteligente», con el que llegaría a ser calificado como uno de los mejores centrocampistas.

Tras un primer año exitoso, comenzó su progresión hacia el éxito de forma imparable, prolongándose hasta 1977. Fueron doce años en los que tomo el testigo cedido por los míticos Di Stéfano, Puskas, Rial y Kopa de forma admirable, siendo con su técnica individual el cerebro de la nueva hornada de jugadores que siempre le tuvo a él como máximo inspirador.

Su extenso palmarés estaba compuesto por seis títulos de Liga, tres títulos de Copa y la Copa de Europa de 1966.

El 24 de agosto de 1977 Manuel Velázquez disputó su último partido con el Real Madrid ante el Eintracht de Braunchweig. Fue un adiós a lo grande. En los prolegómenos del partido, su magnífica trayectoria como profesional fue recompensada con la entrega de la Medalla de Plata al Mérito deportivo, distinción reservada exclusivamente para los más grandes, y él lo era.

Tras hacer el saque de honor su hijo Víctor, Velázquez se alineó por última vez con la camiseta blanca junto a García Remón, Wolf, Benito, Pirri, Camacho, Stielike, Guerini, Juanito, Jensen y Roberto Martínez. Aquella inolvidable tarde noche el madridismo le brindó su última gran ovación, donde nuestro protagonista cedió el testigo a Vicente del Bosque que heredaba el mágico número «10» de Lolo. Aunque sería lo de menos, el Madrid vencería por 3-2 al conjunto alemán. Juanito, Pirri y el argentino Wolf homenajearon de forma muy especial con sus goles al canterano.

Sus últimas palabras como madridista fueron memorables: «saber que dejas buenos amigos es más importante que hacer la mejor jugada de toda tu vida». Elegante hasta el último instante el «10!.

Mientras daba sus últimos coletazos como jugador en Toronto, sufriría una grave lesión que le haría definitivamente colgar las botas de los terrenos de juego.

Sus grandes hazañas con el Real Madrid -tras disputar 394 partidos oficiales y 92 amistosos con un total de 76 goles en su haber-, le valieron para vestir en diez ocasiones la camiseta de la selección española A y doce veces con la selección amateur, así como ser requerido para integrar la selección de la UEFA.

Hoy se cumplen cinco años de tu partida, y no hay un solo día en el que no me acuerde de ti. Fuiste más que un amigo para mí. Tu generosidad y humildad incluso superaron tu faceta de gran malabarista con los pies. Calaste muy hondo en las personas y sobre todo en mí.

Te echo mucho de menos, ¡MAESTRO!