Opinión | El palique

Realidad en rebajas

No tiene uno el cuerpo para farolillos ni espacios cerrados con gente peleando por un chaquetón. Si es que hay gente. Y chaquetón

Han comenzado las rebajas pero no tiene uno el cuerpo para farolillos ni para aglomeraciones o espacios cerrados con gente peleándose por un chaquetón. Si es que hay aglomeraciones y chaquetones. Los modernos, y precavidos, compran ahora mucho por internet. Las rebajas ya no son lo que eran. Pero casi todo en esta época no es ya lo que era. Salvo los virus y la nieve. Ante este panorama se refugia uno en la escritura y en la serie francesa Lupin, protagonizada por Omar Sy ('Intocable'), que ahora triunfa en Netflix. Simpatizo con alguien que es capaz de todo por un noble fin y que además realiza proezas engañando a todo el mundo. Ver un capítulo supone abdicar de tu marco mental, entrar en el pacto que te ofrece esa ficción e imaginar, ver, como se burlan tantas vigilancias y convencionalismo. Sí, es una rebaja de las exigencias. También te venden una ficción. Y la compras. Pero sin agobios, a no ser que se me aglomeren la parienta y la progenie en el sofá. Las ofertas de las rebajas te llegan por el teléfono, el ordenador y el buzón, pero la posibilidad de un confinamiento aleja la utilidad de una bonita y cara bufanda, de una vistosa camisa o de unos pantalones más modernos. Casi mejor pagar más plataformas televisivas y encargar más libros. Que también podrían tener rebajas o menos IVA. El chaquetón de este año respira aliviado ante la posibilidad de sentirse útil y activo y no ser jubilado a mitad del invierno. Aunque esperemos que no venga otra ola de frío, que parecemos surfistas de tanto esquivar olas, olas de la pandemia y olas de frío y oleadas de excusas para no aumentar el ritmo de vacunación. Rebajemos nuestras expectativas. Nos vacunarán en Navidad y con suerte. No obstante, levantemos el ánimo, que ya dijo Rilke que «sobreponerse es todo». Sobreponerse un chaquetón, incluso, en casa y la oficina, con las ventanas abiertas. Y toda la realidad cruda y fría, sin rebajas, entrando y dándote en el cogote.