Pues Unicaja, como hacen todos los clubes, cambió de entrenador después de perder en Mónaco dando un paso atrás, esperemos no irreversible, para superar ronda en la Eurocup, su objetivo prioritario.

Los entrenadores saben que, aunque sea cierto que ellos no sean los únicos responsables de los males de un equipo, serán los señalados cuando vaya mal. Ya sabéis eso de que es más fácil cambiar a uno que cambiar a 12 (24 si habláramos de fútbol...). También saben que los dirigentes difícilmente van a asumir la responsabilidad de lo que ha salido mal y, a veces, destituyendo al entrenador consiguen desviar las miradas del público o los comentarios de la prensa. Es muy difícil que el club se cierre en banda con su entrenador, mostrándole un apoyo sin fisuras porque se crea ciegamente en él.

Es más habitual usar esa manida frase de «es que los jugadores ya no creen en lo que les transmite». No sé, si eso que transmitía el entrenador valía el año pasado, ¿cómo que no vale este año para los nuevos jugadores? ¿No será que el error está en la decisión de incorporar a esos nuevos jugadores o la nueva construcción del equipo? Digo que no lo sé, ¿eh? Lo que sí pienso es que la responsabilidad de los males de un equipo está repartida, como cuando se consigue ganar. Pero ser el único señalado va en el sueldo del entrenador.

Ya estamos acostumbrados a que cada vez es más difícil ver que a un entrenador se le mantenga en el mismo banquillo más de tres años. Las etapas suelen ser más cortas y casos como el de Pablo Laso en el Real Madrid son excepciones. Hasta el mismo Laso sabe que cualquier año que no gane un título puede ser el último que dirija ese banquillo. En el deporte la memoria tiene Alzhéimer y nunca recuerda los logros conseguidos no hace tanto.

Es cierto que cuando hay un cambio de entrenador se produce un cambio inmediato también en el equipo. Tiene su lógica. Los jugadores que no contaban con la confianza del anterior se aprietan los machos buscando que el nuevo entrenador sí que cuente con ellos. Y los jugadores que eran principales para el entrenador anterior también dan un paso adelante por no perder el estatus que tenían en la etapa que acaba de terminar. La clave es si ese cambio se mantiene en el tiempo y no es un efecto gaseosa. Para evitar ese efecto gaseosa, el nuevo entrenador debe proponer alguna solución a los problemas que existen en el equipo y convencer a los jugadores de que esa propuesta les va a llevar a ganar.

Hay muchos ejemplos de cambios de entrenador que generaron cambios inmediatos en el equipo. Por ejemplo, cuando Pesic volvió al Barça fue justo en la semana en la que se iba a celebrar una Copa del Rey, título que lograron finalmente. No sé cuántos entrenos haría Pesic antes de disputar esa competición, pero dudo que fueran más de cinco y, sin embargo, consiguió cambiar radicalmente a su equipo hasta el punto de ganar aquella Copa del Rey.

Lo que es indudable es que Unicaja como entidad es claramente el más longevo sponsor de Europa apoyando incondicionalmente al club de baloncesto que posee. Y, aún siendo menor ese apoyo económico que en otras épocas, el equipo sigue teniendo jugadores de primerísimo nivel y se han pagado incluso cláusulas para reclutar a jugadores con contratos en otros equipos.

Tampoco podemos negar que por el banquillo de Unicaja han pasado magníficos entrenadores. Y siguen pasando, puesto que Fotis Katsikaris es, posiblemente, de los entrenadores que estaban en el paro el que más caché tenía. Desde aquí desearle la mayor de las suertes porque su suerte es la nuestra.

Pero quizás el cambio de entrenador también debe venir acompañado por algún refuerzo en la plantilla para corregir algunos déficits que tiene. Y, por supuesto, no quedarse con que cambiando entrenadores o jugadores se solucionarán los problemas. El análisis debe ser un poco más profundo cuanto menos.