Opinión | El palique

Callejeo matinal

Sillas recogidas en una terraza del centro de Málaga.

Sillas recogidas en una terraza del centro de Málaga. / L. O.

En el 73 de calle Ollerías hay un puesto de frutas y verduras con unos pimientos rojos grandes como la voluntad de un asceta. Brillan y emiten su luz a un cielo que si bien comenzó el día despejado se está tornando gris. Pasa un coche blanco a gran velocidad, pasa rozándome. Un poco más y me quita de fumar. Ollerías se abre ante el caminante despejada y aún no con bullicio. Gente que procede del mercado de Salamanca va cargada con bolsas blancas de plástico no transparente. Frente al Museo Rando hay una cola. Una administración de lotería. Aguardan un señor con muleta y boina, un ama de casa que vete a saber por qué he deducido que lo sea, un joven con una sudadera en la que pone ‘Hola Perico’ y varios hombres de mediana edad, barbados, pensativos y diríase que cabizbajos. Al rato me vuelvo para ver si continúan cabizbajos pero ya no. Vamos, no están. Los habrán atendido ya. Una devolución tal vez. Una cantidad como para echar la semana o echar un aperitivo o un dinerito para invertirlo en otro décimo. No sería misión periodística menor ir a una administración lotera, abordar a un ser humano que cobrara una pequeña cantidad y pasar con él la mañana reflejando sus anhelos y gastos, aficiones, inquietudes, trabajo y amor por los juegos de azar. La vida de la ciudad late pero a mí, con perdón de la rima fácil, lo que me apetece es un chocolate. Al desembocar en Carretería veo ciclistas despistados, obreros, viandantes olvidables, un anciano paseando a un perro; repartidores y en general una vida un tanto disminuida y alicaída, la ciudad al ralentí. Por ver veo incluso plazas de aparcamiento libres. Consulto el podómetro, el Twitter, el Facebook e Instagram. Así, de pie. Todo en orden en el universo paralelo, incluso en Linkedin, que me notifica que un directivo del sector de la ingeniería de Valladolid ha visitado mi perfil. Ya me veo yo mirando el Pisuerga. Pienso en qué habrá notado el tal directivo vallisoletano ante mi trayectoria en un campo laboral tan alejado del suyo. Lo mismo he ganado un lector pero lo que debería es ganar calle Larios, así que callejeo. Por Comedias, Mitjana, etc. imagino los ruidos de antaño; ruido de vasos y risas, de música, otra ronda. Hay locales vacíos y en Calderería el café Madrid presenta una buena afluencia. Cerca, un camarero de negro riguroso saca brillo a la máquina de café. No se sabe si está más somnolienta la máquina o él. Las máquinas de café cansadas hacen descafeinado. No sé qué será de ese camarero si cierran la hostelería. No sé nada. No sé entender el rótulo en inglés de una inmobiliaria de ajada fachada. Letrero para nadie. Nativos que no entienden ese idioma a los que se les oferta nada por un dinero que no tienen.