Opinión | La señal

Melania, dime que me quieres

Cuando en 1923, una de las mujeres más ricas de Estados Unidos, la fundadora de General Foods, Marjorie Merriweather Post, encargó construir la mansión Mar-A-Lago, en Palm Beach (Florida), es seguro que no sabía que el ex presidente Donald Trump y Melania, su esposa, residirían allí. Las ocho hectáreas -entre el océano y el lago Worth- están en manos de Trump desde 1985. La casa, de color rosa flamenco, dispone de 118 estancias.

A 1.489 kilómetros, en Washington, Joe Biden dormitaba en el Despacho Oval cuando sonó el suave timbre de uno de sus teléfonos, parpadeando una luz roja. Le pasaban desde la central una llamada de Putin para hablar del Start III, el único acuerdo entre ambos países después de que Trump rompiera en agosto de 2019 el Tratado INF de misiles de medio y corto alcance. Joe se despejó como pudo y se puso de pie mientras se activaba la traducción simultánea, la correspondiente grabación y entraba una intérprete de la NSA por si había dudas.

-Me alegro de hablar contigo, Vladimir. Espero que te portes conmigo igual de bien que con mi predecesor, ¿eh?

Melania ya estaba perfectamente instalada en su residencia y ahora debía acostumbrarse a la nueva vida, bueno, nueva solo en parte. A sus 50 años, la señora Trump, de soltera Melanija Knavs, y sus bien conservados 1,80 de estatura, había pocas cosas que no hubiera hecho desde su Eslovenia natal, diseño, fotografía y, especialmente, modelo desde los 16 años, posando para Stane Jerko, primero, después para las casas de París y Milán, ciudad esta última en la que conoció al copropietario de Metropolitan Models, Paolo Zampolli, amigo del que sería su marido. Y en septiembre de 1998, tachín tachán, su mejilla rozó los labios de Donald, y después de aquí ya todo cambió.

Cerca de aquel dormitorio en el que Melania se relajaba en sus muchos recuerdos -como el vestido de John Galliano, de Christian Dior y de 200.000 dólares, que lució en su boda-, su marido golpeaba con fuerza y un palo Taylor una bola Callaway Hx diablo. Según la US Golf Association, es hándicap 2,8, un nivel casi profesional, vaya. En ese momento recibió una llamada a su móvil, era el congresista republicano Kevin McCarthy, que como el senador Lindsey Graham y el líder del senado Mitch McConne le estaban ayudando en el dichoso impeachment.

-¿Cómo estás querido Kevin?

-Muy bien, presidente. No quiero molestarte, solo decir que estamos contigo y te queremos…

- ¿Lo dices por la encuesta de Morning Consult?, pues claro que el 81 por ciento de los votantes del partido tienen una visión positiva de su presidente, Melania también -y rio, soltando el hierro 7 al césped.

En el Despacho Oval acababa de entrar Kamala -pese a que Jill, la esposa (segunda) de Biden le había hecho prometer que no estaría nunca a solas con la vicepresidenta- y le espetó al hombre más poderoso de la Tierra:

- Joe, ¿sabes qué andan diciendo por ahí?

- Muchas cosas, supongo.

- Que estoy deseando que te vayas para sentarme yo en ese sillón…

- No le hagas caso a la gente, son habladurías…

-No, si es verdad, pero no debe saberse… Precisamente, quería hablar de eso contigo, ¿cuánto tiempo piensas estar en el puesto?

Melania se había vestido de blanco para el almuerzo en el jardín interior. Donald, nada más verla se dirigió a ella y le dijo:

-Dime que me quieres, aunque sea mentira.

-Tú sabes que sí, presidente. No bromees con el amor. Tenemos invitados, te encantarán.

- Tú sí que me encantas…

-¡Uy, que pueden vernos!

- Sabes que esos capullos de los demócratas me habían negado legitimidad durante mi mandato diciendo que los rusos estaban detrás, pues ahora ellos van a tener que lidiar con esa misma acusación, van a probar su propio jarabe, Vladimir es muy listo y atrevido.

-¿Y cómo lo sabes?

-De lo que no se puede hablar, más vale guardar silencio -y se rio sonoramente antes de irse a cambiar para el almuerzo-.

- Donald, eres el muñeco diabólico…

Francisco de Quevedo lo había dicho antes:

Es hielo abrasador, es fuego helado,

es herida que duele y no se siente,

es un soñado bien, un mal

presente,

es un breve descanso muy

cansado.

Es un descuido que nos da

cuidado,

un cobarde con nombre de

valiente,

un andar solitario entre la gente,

un amar solamente ser amado.