Opinión | Málaga de un vistazo

Imposible entrar en la soledad del otro

Hoy se reinaugura otro nuevo ciclo de retiro. Las secuelas de la soledad no deseada y el aislamiento social, analizados en muy diversos períodos y entre diferentes grupos, se han visto recrudecidas en esta aciaga época de crisis sanitaria –concatenada con la socioeconómica y la emocional - donde la pesadumbre y el recelo lo irrumpe todo, suscitando escollos en correlación al bienestar biopsicosocial de un gran número de personas y originando de forma inevitable jornadas cautelosas de clausura y encierro. El sumatorio de contagios en la capital ha superado ya el millar de casos por cada 100.000 habitantes en las dos últimas semanas - presenta una tasa de 1.008 episodios -, después de la última actualización de datos de la Consejería de Salud. Por ello, la hostelería, como bien saben, y toda ocupación constatada como no esencial debe cesar su actividad tras horadar esta urbe la linde de peligrosidad determinada por la Junta de Andalucía. Málaga se vuelve a cerrar en seguida de que muchos la semana pasada auguraban nuevas brisas por las rebajas de las incidencias tras unas jornadas en descenso de los contagios. Ilusos con buenas intenciones pero con falta de alcance de la propia condición humana, esa singularidad que nos sigue abocando a la insolidaridad y a este continuado perjuicio. La tormenta se torna, angustiosamente, incluso más perfecta y no cesa puesto que las medidas no son ni bien prescritas por los expertos, ni cumplidas por el colectivo en riesgo, esto es, quienes siguen pensando que a ellos no les va a afectar, negando la mortal evidencia. De nuevo, la soledad de un confinamiento disfrazado de excepciones esenciales; de nuevo, las luces de este largo corredor de la incertidumbre se vislumbran muy distantes. Paul Auster, en su obra La invención de la soledad, me susurra: todas las contradicciones son ciertas; es imposible entrar en la soledad de otro. Cuídense.