Opinión | Tribuna

Miguel Hijano Guerrero

La resurrección no es un hecho de fe sino histórico y real

A primera vista, este titular no parece muy ortodoxo, pero intentaré explicar sus razones.

En vida, Jesús de Nazaret anunció a sus discípulos que, tras su pasión y muerte, resucitaría al tercer día. El hecho sobrenatural ocurrió. Lo atestiguan distintos datos, como son: la experiencia del sepulcro vacío, la sábana santa de Turín, las apariciones a las santas mujeres, a Pedro, a los discípulos de Emaús, a todos los Apóstoles, como dan fe no sólo los evangelios canónicos sino los apócrifos y gnósticos, el propio Pablo con su experiencia camino de Damasco, que además cuenta que Jesús se apareció a 500 hermanos, «algunos de los cuales viven todavía». Lo narran los hechos de Lucas, e incluso, citan las apariciones, aunque indirectamente, historiadores paganos, como Tácito, Flavio Josefo o Plinio el Joven, por ejemplo.

Pero esto no acaba aquí ya que existe otra vida fuera de las coordenadas espacio-temporales atestiguada por no pocas experiencias cercanas a la muerte que son avaladas por diversos médicos.

Ciñéndome al terreno teológico, citaré como ejemplos los siguientes libros: ‘La resurrección de Jesús de Nazaret’ de Willi Marxsen, ‘El cristiano ante la muerte’ de Herbert Vorgrimler, ‘La otra dimensión’ de Juan L. Ruiz de la Peña, ‘La resurrección de Jesús’ de Gerd Lüdemann, ‘La resurrección de Jesús’ de Ulrich Wilckens, ‘La resurrección de Cristo. Nuestra resurrección en la muerte’ de Leonardo Boff, ‘¿Vida eterna?’ de Hans Küng, ‘Vida después de la vida’ de Raymond A.Moody, ‘Experiencias cercanas a la muerte’ de Penny Santory, ‘Más allá de la vida’ de Pim Van Lommen.

En un terreno más profano, ‘La prueba del cielo’ del doctor Eben Alexander. Hasta una experiencia de un niño basada en hecho real en EEUU y llevada al cine en la película ‘El cielo es real’. Y, por si fuera poco, el profesor de Matemáticas José Luis Solano publicó un libro prologado por el obispo de Cádiz, titulado ‘Materia y resurrección’ en que demuestra que la propia Física Cuántica avala la posibilidad real de la resurrección.