Opinión | Marcaje en Corto

Una temporada nula, a efectos estadísticos

Esto que voy a plantearles no es el resultado de una reflexión personal, que podría serlo, basada en lo que ya ha dado de sí (y seguramente vaya a dar) la presente temporada en cualquier disciplina deportiva.

Muchos de los que compiten en la elite, así como otros que lo hacen, individual o colectivamente, de una forma modesta, comparten entre técnicos y allegados una cuestión que no debiera quedarse en tan segundo plano. ¿Por qué se anteponen partidos o campeonatos al cierre de la actividad no esencial por culpa de la pandemia?

En Málaga capital, por ejemplo, la clausura de la hostelería desde este fin de semana no ha ido acompañada de la suspensión de determinadas competiciones que se enmarcan en el deporte base.

Si partimos de que es muy complejo legislar y ordenar medidas ante una situación de excepcionalidad como la presente, tampoco podemos negar que esta temporada pasará en casi todos los deportes a la historia por resultar tan atípica.

Reconocidos condicionantes y circunstancias impropias de cualquier otra campaña que hasta ahora hayamos conocido, ¿por qué no declarar nula la presente a efectos estadísticos? No digo que se convierta en una especie de exhibición de esas que en tenis hemos visto año tras año en fechas navideñas. Lo que no es demasiado comprensible, entre tanto calendario alterado, es que tengamos un ganador de la Supercopa de fútbol sin que aún se haya disputado todavía la final de la Copa del Rey del curso pasado.

En tenis también hemos escuchado voces muy críticas sobre el tremendamente complejo calendario que genera la pandemia. Arranca ahora el primer Grand Siam de la temporada, el Open de Australia, después de semanas de aislamiento preventivo y con la incertidumbre ante posibles positivos. Ya hubo cierta polémica ante la disputa del anterior «grande», Roland Garros, después del verano y en unas condiciones fuera de cualquier otra edición.

Hoy, como ejemplo mucho más cercano, el Unicaja femenino afronta un nuevo encuentro liguero con poco más de 24 horas de margen sobre el celebrado ayer por la mañana. Y saben cuánto llevaba este equipo sin competir, pues la friolera de más de 50 días.

Por no hablar de lo apretado del calendario, por positivos semana sí, semana también, en categorías del fútbol de proximidad como la Tercera División masculina o las máximas divisiones de juveniles. Son equipos que se las ven y se las desean para poder viajar entre semana, cuando no para cuadrar sus cuentas, puesto que ni siquiera pueden vivir del balompié entrenadores o auxiliares.

¿Cómo agregar entonces estas temporadas tan complicadas y desdibujadas a las estadísticas oficiales? ¿Por qué no suprimir ascensos y descensos? ¿Con qué garantías afronta un club una categoría superior después de todo un año sin público en las gradas de sus recintos deportivos?

Son preguntas que invitan a la reflexión, que me trasladan tanto profesionales como jugadores a los que les cuesta el dinero hacer posible el deporte base en nuestra provincia. Quedan con frecuencia en el ámbito privado, en la conversación de vestuario. Pero merece la pena sacarlas a la luz, porque en medio de esta crisis sanitaria y económica también representan dramas personales. No digo que equivalentes a otros, por supuesto. Pero igualmente respetables.

Confiemos no obstante en las vacunas, en la estabilización definitiva de esta tercera ola. Que vengan mejores tiempos y que quienes cuidan de enfermos en planta o en UCI sigan obrando milagros. Que volvamos pronto a cantar goles y canastas a pleno pulmón y no en la soledad doméstica. Que vuelvan los abrazos en estadios y canchas polideportivas. Que seamos lo que fuimos. O al menos parte de lo que nunca debimos dejar de ser. Necesitamos la normalidad, no una «nueva» normalidad.

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