Opinión | Elecciones catalanas

'Illa se queda solo frente a la mayoría absoluta independentista', por M. Vallés

Vox es el cuarto partido de Cataluña y tercero de España, en ambos casos al alza por lo que amenaza al PP

El candidato socialista al gobierno de Cataluña, Salvador Illa.

El candidato socialista al gobierno de Cataluña, Salvador Illa. / EFE

"Los catalanes votan demasiado", bufaba un Rajoy obligado a prodigarse en las campañas de 2012, 2015 y 2017 con resultados cada vez más cenicientos para su lista. Al PP no le cabía un retroceso más, pero se hunde de cuatro a tres escaños por lo que las catalanas lo degradan a cuarto partido estatal, con el mismo escalafón entre las siglas conservadoras.

Los populares ni siquiera merecen una nota a pie de página, el único titular posible es que Illa se queda solo frente a la mayoría absoluta independentista. El PSOE es el único partido estatal digno de tal nombre, en cuanto que reparte sus apoyos de manera homogénea por toda la geografía. Su auge no ha impedido que, por primera vez, la hegemonía soberanista esté a punto de saltar de los escaños a los votos. Además, los desertores de Junts y Esquerra no se moderan, sino que migran hacia la incendiaria CUP.

En su posición de fiel de la balanza, Esquerra puede yugular cualquier exigencia de Junts con la amenaza de resucitar el tripartito con los socialistas, ávidos de los trece votos de ERC en el Congreso, y con los grises Comunes. El partido estancado de Pablo Iglesias, bajo la nomenclatura de No Podemos. En los tiempos en que Zapatero suspiraba por una presidencia de Artur Mas, los socialistas se decantaban hacia CiU, pero Puigdemont ha roto los puentes. En cuanto a los escritos ante notario en contra de pactos electorales, poseen el mismo valor que un notario como candidato electoral.

El PP se desmorona, o "escachifolla" por citar a Valle, con tanto ímpetu que peligra su papel de oposición en Madrid. Este resultado consolida el liderazgo de Pablo Casado, porque cuesta imaginar otro candidato a encabezar un partido tan desvencijado. Sin embargo, las elecciones a la Generalitat también admiten una lectura en clave catalana. Por ejemplo, la fragmentación del independentismo en cuatro siglas lo ha propulsado sin perder fuelle. Respecto a la influencia selectiva del virus en la participación, se suponía que contagiaba con independencia de ideologías.

Quienes desearían cadena perpetua para Oriol Junqueras, deberán reconocer que tiene mérito teledirigir desde la cárcel al primer president de Esquerra, en la figura del burócrata Aragonès. Y la constatación a regañadientes de que Puigdemont sigue al frente del Govern para un porcentaje sensible de catalanes, se traduce en que haya sobrevivido su encomienda a la altanera Laura Borràs, obsesionada con demostrar que arrastra una imputación de rapera y no de corrupta a secas. A nadie puede extrañarle que los componentes de las mesas hayan superado en protagonismo a los candidatos deshuesados de las formaciones vencedoras.

Illa no ha ganado las elecciones, pero encabeza la lista más votada. Su triunfo es solo relativo, porque el equipo más goleador no tiene porque llevarse la Liga, corrobora la audacia de un Pedro Sánchez capaz de promocionar al gestor de los cien mil muertos de la pandemia, un desastre sin parangón en el resto del planeta. A cambio, el exministro de Sanidad ha ejecutado a la perfección su papel de anticandidato. Se le caen las gafas mejor que a nadie desde Cary Grant en Monkey business.

Tras las catalanas, la derecha se aleja de la mayoría absoluta en el Congreso, con el riesgo adicional para el PP de perder el liderazgo conservador. Es un buen momento para que Casado ensaye otro giro al centro, desde el centro anterior. Hablando de egocéntricos, la justicia poética ha sentenciado que Ciudadanos sufra en su cuna de Cataluña el mismo quebranto histórico que en Madrid. De 57 diputados a diez en el Parlamento, de 36 a seis en el Parlament.

Extraviado en el pelotón de perdedores tras haber encabezado la lista única del constitucionalismo en 2017, Ciudadanos ha sido traicionado en Cataluña por partida doble, con sendas puñaladas asestadas por Albert Rivera y por Inés Arrimadas. La lideresa de una victoria inesperada desapareció en el intento, ya solo sobrevive por la generosidad de la prensa madrileña con los perdedores. A nadie se le ocurriría colocar al mastín Carlos Carrizosa al frente de una lista.

Claro que el PP ficha a los desechos de Ciudadanos, lo cual explica que sea cuadruplicado por Vox. Las siglas de Abascal han sido catapultadas por los cachorros independentistas a cuarto partido de Cataluña cuando ya era tercero de España, en ambos casos al alza. Y con vocación de segundo tras el PSOE.