Opinión | La Cuaresma de la pandemia

El Cristo de la Salud: Experiencia ante epidemias

Vía Crucis de la Agrupación de Cofradías en la Catedral con el Santo Cristo de la Salud

Agrupación de Cofradías

Dice el refranero popular que "no hay mal que por bien no venga". Puede que sea exagerado, porque este primer viernes de la Cuaresma, los cofrades podríamos haber disfrutado del aroma del incienso, del redoble de tambor, de la mecida corta y acompasada... y de los reencuentros tan necesarios (siempre lo son pero ahora sí que los echamos de menos) en cualquier calle del Centro de nuestra ciudad. Sin embargo, los que ayer tuvimos la fortuna de asistir a la Catedral, y no fuimos muchos porque las restricciones sanitarias evidentes imponían una reducción considerable y lógica del aforo del templo mayor, pudimos participar de un maravilloso Vía Crucis de la Agrupación de Cofradías

Estuvo presidido por la imagen del Cristo de la Salud, patrón y protector de Málaga y de su Ayuntamiento desde el 31 de mayo de 1649. “Fuiste Salud milagrosa en el tiempo de la Peste”, se destaca en unas coplas anónimas del siglo XVIII dedicadas a la talla de José Micael y Alfaro, recuperadas por la capilla del Maestro Iribarren para tan sobresaliente ocasión. Es decir, el Santo Cristo ya tiene experiencia en rogativas ante pandemias y a su intercesión milagrosa se atribuye la curación de hace cuatro siglos en plena virulencia de la enfermedad. Justificadísima su elección, por tanto, para este vía crucis excepcional y tan distinto a los demás. Teniendo en cuenta la situación sanitaria, este culto que desde hace años sirve para abrir el telón procesional de la Cuaresma malagueña debía de adaptarse a las condiciones, como todos hemos tenido que hacer prácticamente con todo, y ya que no iba a presidir ningún titular de cofradía de Pasión, se decidió que fuera la imagen atada a la columna que preside el altar la iglesia circular de la plaza de la Constitución.  

Además su título resume los más íntimos deseos de la mayoría, con independencia del credo: salud.

Las meditaciones, dedicadas a quienes han combatido al enemigo invisible en primera línea, los sanitarios, las fuerzas de seguridad, los enfermos y sus familias, los difuntos... fueron escritas por Salvador Marín Hueso. Bellísimas, profundas, cercanas y con las que tanto nos pudimos identificar, la deliciosa selección musical y la organización en conjunto del acto han hecho de este primer viernes de la Cuaresma algo único y para recordar. Y para aferrarse también a la esperanza, y que estamos obligados a no perder nunca. 

Las hermandades también han tenido que mutar desde hace un año, haciendo más duro aún su administración y servicio. La vida en fraternidad que distingue a nuestras instituciones se ha visto irremediablemente coartada. Los cultos reducidos y limitados por aforos y distancias de seguridad. Los presupuestos y cuentas adaptados con rigor a las circunstancias sobrevenidas. Y las procesiones suspendidas por segundo año consecutivo. Esta Cuaresma será difícil para muchos. El de ayer, será de los pocos movimientos de andas que podremos ver, si no el único. Llegará la Semana Santa y, aunque queramos evitarlo, nos inundará la melancolía y la tristeza. Pero pasará. En peores situaciones se vieron, y lo sabemos por la historia, quienes nos precedieron en la fe y asentaron los cimientos de la que hoy conocemos como la más sólida manifestación de religiosidad popular de la ciudad y puede que su más importante tradición. "Sabemos que aunque aún estemos velando en torno al sepulcro, aunque la muerte nos siga rondando y la incertidumbre nos zarandee, como hoy estamos juntos, juntos lograremos seguir siempre", se leía en la reflexión final correspondiente a la décimo cuarta estación. 

Una vez más, los cofrades de Málaga han desempolvado la devoción ancestral y han recurrido a la histórica imagen del Santo Cristo de la Salud para pedir, nada más y nada menos, que eso: su tan necesaria advocación.