Opinión | Málaga de un vistazo

Manifiestamente mejorable

Cuando el foco de la actualidad deja de centrarse unos días en la pandemia suele inclinarse hacia otro lado que no mejora el ánimo ni las perspectivas, más bien al contrario. Estos días las ciudades, con más o menos insistencia y asistencia, se han llenado de protestas reclamando una libertad de expresión que algunos han visto amenazada por el encarcelamiento del rapero catalán Pablo Hasél. Uno puede pensar leyendo estos días sus letras o algunas estrofas y tuits –que tanto han corrido por las redes- que más que cárcel lo que necesita es dedicarse a otra cosa, porque componer no parece lo suyo, de todas maneras los malos compositores con éxito abundan, aunque diría que no es el caso, dudo que hayan ido tantos a sus conciertos como gente ha salido a las calles estas noches de protesta, no creo que sus letras hayan tenido tanta difusión antes como ahora, es lo que pasa: se escucha más al que no dice nada cuando lo amordazan, tal vez lo mejor hubiera sido dejarle tranquilo en la soledad de su exclusivo público que multiplicar su audiencia con tanto ruido. Las manifestaciones han terminado mal, como casi todo lo que empieza últimamente; enfrentamientos, cargas policiales desmedidas, tiendas asaltadas, inmobiliario urbano destrozado, contenedores y vehículos ardiendo han tomado el protagonismo convirtiendo lo que en principio debía ser un canto por la libertad en un concierto de rabia. No sé muy bien por qué pero ahora casi todas las manifestaciones terminan igual, el todo por la parte, los gritos acallando el mensaje, y el debate ya no se centra en lo que propició la protesta sino en la protesta misma. Me pregunto cuál es el interés y el beneficio de terminar convirtiendo una manifestación que puede ser o no razonable en una batalla injustificada y quiénes son los que con eso ganan además de los propios saqueadores de Dolce & Gabbana.