Opinión | La calle a tragos

La belleza del ¡ANDALUCES, LEVANTAOS!

La belleza del ¡ANDALUCES, LEVANTAOS!

La belleza del ¡ANDALUCES, LEVANTAOS! / Cristóbal G. Montilla

He tenido que refugiarme en el océano de YouTube para actualizar la verdadera belleza del ¡Andaluces, levantaos! Todavía hace frío. Se me ha metido en el cuerpo la voz de Carlos Cano. Emociona la naturalidad con la que aún -en este año 2021 que ya tiene números de película de ciencia ficción- pide tierra y libertad. En los vellos de muchos andaluces que lo escuchen germinará una cresta punkie. Ese viaje al sueño que ensancha las rejas de 1977 es necesario para que estas generaciones empiecen a comprender de dónde venimos y puedan mirar, con la porción de horizonte que falta, al adónde vamos. Tampoco nos vendría mal otra excursión al Cádiz que le baja el telón del Teatro Falla al siglo pasado. El himno de Andalucía redobla su eterna versatilidad bajo el pulso tembloroso con el que lo reescribe Juan Carlos Aragón. Su chirigota se llamaba Los Yesterday y traducía aquel presente, para ponernos los ojos saltones, sin ningunear a la media naranja del ayer.

En cambio, today -mejor dicho, hoy- duele en los trazos verdes y blancos del alma la revisión grandilocuente del ‘aunque diga Blas Infante’ a la que estamos asistiendo. Incluso, el oportunismo se ha visto reflejado sobre el corcho para los anuncios con el que, de un tiempo a esta parte, se viene crucificando a la torre del céntrico edificio malagueño de La Equitativa.

Afortunadamente, no hace falta un recordatorio con ínfulas de lona -y ni siquiera que sea 28 de febrero- para sentirnos andaluces. Aunque lo dice alguien cojo de perspectiva -porque siempre ha vivido en esta región excepto cuando ha hecho un viaje de un par de semanas- uno termina de ser andaluz del todo cuando percibe la paradoja de sentir a Andalucía lejos cuando está dentro de ella y, viceversa, de verla muy cerca cuando la respira lejos. Es lo que hacía Manuel Alcántara al buscar el mar de Málaga por las bocacalles de la Gran Vía. O lo que hace mi primo Álvaro Mira, junto a Mireya y Héctor, cuando imagina los almendros del sur ante los falsos cerezos que también florecen ahora en el oeste de Londres.

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