Opinión | De buena tinta

No servía para cazar

Y por eso lo ahorcaron, justo antes de arrojarlo por un barranco de Almogía, cita la prensa. El podenco no tenía más que año y medio, refieren los medios, pero claro, no servía para cazar, decían, y, por consiguiente, entiendo, tampoco para la vida. Cuentan que fueron padre e hijo los que dieron buena cuenta de la inutilidad del perro tal que así, a la muy antigua usanza de un suplicio punitivo, la horca, que, concretamente en España, fue abolido por Fernando VII en 1832. Si como soga el esparto, como cadalso un olivo. Así de natural, oigan, todo muy biodegradable, muy bien mirado, no me sean dramáticos. A fin de cuentas, no sé si ya lo he dicho, el animal no servía para cazar. ¿Qué quieren? Nos movemos, sin duda alguna, en el marco de una purga muy de padre e hijo, muy de crear vínculo, ya saben: entre copita de anís y paseo por el monte, miramos la puesta de sol y, ya que estamos, si eso, podemos ahorcar al perro. Pero ojo, no se lleven ustedes las manos a la cabeza, nada de barbaries, que no les hablo de un perro cualquiera, sino de uno que no servía para cazar. Porque bien es verdad que éste que les escribe la presente, al pronto, no tuvo más remedio que fruncir levemente el ceño cuando leyó el titular del perro ahorcado, pero, ¡ay!, claro, es que no servía para cazar, refería más adelante la noticia por boca de los verdugos. Si no es por la justificación del dato, no me quedo conforme. Ahora sí que respiro tranquilo, ya me extrañaba a mí: el bicho no servía para cazar. Por lo demás, lo de que uno de los tipos fuera arrestado mientras conducía de forma irregular bajo los efectos del alcohol (comentario muy propio de la formalidad de los atestados, pero que suele referir lo que en román paladino viene a ser una «tajá» como un saco de cemento) y que sumara a su cuenta las acusaciones por delitos contra la seguridad del tráfico, resistencia, desobediencia grave y amenazas es un aderezo meramente contextual y presunto, muy de ciertas texturas de lo agreste, pasable en definitiva, casi anecdótico, inconexo tal vez. No se les ocurra a ustedes, acaso, olvidar que, por encima y más allá de ese maremágnum de trivialidades, el chucho no valía para la caza. Porque si no vales para lo que estás previsto, si no sirves, si no generas eficacia contable, estás de sobra en la vida: no eres más que un error, un estorbo, una entrada fallida, algo que debe ser eliminado por mucho que nos refiramos a una criatura de año y medio perteneciente a aquella especie que, desde tiempos inmemoriales, viene a ser referida con el merecido título de «el mejor amigo del hombre». Porque justo así, no de manera directa pero quizá desde una evocación claramente emotiva, lo dejaba entrever el cante de Farina: «Alma de villano, corazón de hierro, maldita sea la mano que mata un perro». Eliminemos pues lo que no nos sirva, parecen decirnos ciertos impulsos vitales de la posmodernidad que hoy, desde esta columna, vienen a ser representados de parte de un perro ahorcado. Eliminen pues, ¡ánimo!, todo lo que para nada luce, aquello que no genere un rendimiento cuantificable pecuniariamente. Eliminen a quienes no cotizan, meros estorbos sociales que nada suman, eliminen también las flores marchitas, el mero cariño sin lucro, los besos de los ancianos y los besos de los niños. Ahorquemos, pues, la mera estética de lo diferente, de lo imperfecto, de lo que nada aporta, ahorquemos los lunares en la mejilla, las miradas indirectas, a los enfermos crónicos, a los tartamudos y, en definitiva, a todo aquel que no sea susceptible de integrarse en la cadena de montaje de lo económico. No obstante, con todo, mientras el mundo gira y gira bajo el compás de ese diabólico ajuste vital sobre lo práctico, servidor, que es sin duda un trasnochado sin entendimiento, continuará sumándose justamente a lo contrario de la mano de aquella letra de Silvio Rodríguez, procurando seguir fundando partidos de sueños y talleres donde reparar alas de colibríes: «Se admiten tarados, enfermos, gordos sin amor, tullidos, enanos, vampiros y días sin sol».