Opinión | El palique

El impacto

el impacto

el impacto / Jose María de Loma

Da uno un paseo en esta no Semana Santa y se topa con cofrades que deambulan vestidos de cofrades, sedes de cofradías llenas, no a rebosar pero sí plenas. Y terrazas colmadas de nativos, foráneos, diletantes, tertulianos y jubilados. El aire es primaveral, los días ya han sido oficialmente alargados con el cambio de hora. El cambio de honra. Felón no marques las horas. Se oye hablar inglés por calle Nueva y francés por Larios; Antonio Banderas pasa raudo por calle Compañía a eso de las doce menos diez. Y ahí está el reportero que uno lleva dentro: veo a Banderas y lo introduzco en la columna. Hola Antonio, di algo. Él va a introducirse en un acto sobre el impacto económico de la Semana Santa en la economía malagueña. Desde aquí ya lo digo yo: me he tomado dos cafés en vez de uno, toma impacto. Un euro más de impacto, impacto con leche fría y sacarina. Y no me he tomado dos churros de milagro. Impactarían en el grosor de mi cintura. Tal vez esta tarde los pida para merendar. No hay procesiones pero hay actos. La gente hace cola para ver los tronos varados. También los buques tienen su encanto en el puerto y no solo surcando mares. Paseo de no Semana Santa. Dos policías locales vigilan la tristeza en la plaza de la Constitución. Pasa la melancolía pero no le dicen nada. Hay quien no las considera emparentadas. El banderón de la plaza juega a la simetría con una nube y un conocido me saca de mis pensamientos palmeándome la espalda jovialmente. Me doy cuenta de que no llevo encima ningún documento que acredite que he renacido en primavera pese a ser hijo del invierno. Espero que ningún ángel me pare y avanzo hacia un barrio incierto donde tal vez con otros dados que hubiese lanzado el destino, yo habría sido nazareno. Se acerca la hora del aperitivo. La hora del aperitivo nunca está lejos y si lo está se adelanta el reloj o se adelanta el aperitivo o entra uno a un bar y pide aceitunas y vermú. Da gusto pasear por la ciudad en esta no Semana Santa de forzosa quietud en la urbe propia. Vedado viajar. Quien mueve las piernas mueve el corazón.