Opinión | El Palique

Patada en la puerta

Patada en la puerta.

Patada en la puerta. / Jose María de Loma

Que nos gusta una patada en la puerta. El Ministerio del Interior justifica la brusca entrada de la policía en un piso turístico (¿solo uno?) amparándose en que había un fiestón dentro. Si están fuera suponemos que el fiestón no lo veían. Lo oían, claro, pero también oigo yo mucho a mi vecino y no es que esté de fiesta es que está melancólico y le gusta la música a todo volumen. Romántica. Se empieza tirando una puerta y se acaba no dando los buenos días. Ya nos dijo Churchill que democracia es que llamen a tu casa de madrugada y sea el lechero. Como esté usted de cachondeo puede ser la Policía. Poco cachondeo con la Policía. No hay que generalizar, afortunadamente parece que es cosa de Madrid, piso turístico, mogollón de gente, jaleo, caso de urgencia. Pero si el caso no se airea las patadas se generalizan. Nunca han llamado tanto a la puerta. Amazon, el de la pizza, la del sushi. Estos tiempos nos están acercando la vida a casa. Es una vida entre comillas. Nuestra vida es un Glovo o un Delivero. Nos traen todo a casa salvo el talento literario, las ganas de vivir y una ensalada mixta correctamente aliñada. Los hay que estiman que un piso turístico no es un hogar y por tanto la legislación de allanamiento y tal sin orden judicial es papel mojado. O sea, no les hace falta papel. Ojo con las fiestas, que se cuela el virus de invitado. Las mejores fiestas están siempre por llegar. Nuestros recuerdos están preñados de fiesta. Esta fiesta que está suponiendo la pandemia no la vamos a borrar de la memoria fácilmente, siempre y cuando no sea ella, la pandemia, la que nos borre a nosotros de la faz de la tierra. Faz está en desuso y sin embargo la tierra está a pleno rendimiento con la acción humana. A la policía de balcón se suma ahora la policía de verdad, que es plenamente democrática, no así, vistas algunas declaraciones, los responsables políticos de las fuerzas de seguridad. Mi casa es mi castillo, decía el clásico. Salvo que estés dando la murga.