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Peñas privilege

peñas privilege

peñas privilege / Gonzalo León

Con el batiburrillo que hay montado, casi nadie tiene claro qué va a suceder dentro de cinco minutos. Vivimos una época donde la incertidumbre está a la orden del día y lo anómalo es la planificación a dos días vista por parte de cualquiera. Aún así, por parte de los que mandan estamos presenciando una proactividad extraordinaria y necesaria. Está ya comprobado que la maquinaria no puede parar más pues peligra nuestra vida y el sistema. Y es por ello que, aún con el gran desconocimiento en el que navegamos, es necesario mirar al futuro con optimismo y planificar a pesar de los pesares.

Por estas fechas, es habitual comenzar a hablar de la Feria de Málaga. Y, en esta ocasión, no iba a ser menos tras poder presenciar cómo en Sevilla han hecho un ademán de algo extraño que, si se me permite, ha quedado francamente extraño.

Pero igualmente ha quedado entrañable. E incluso parecía un guiño a nuestra feria pues, durante estos días, hemos podido ver en Sevilla a mujeres vestidas de flamenca completamente desubicadas y fuera de contexto. Un guiño por parte de nuestros vecinos pues es lo que sucede en nuestra tierra cada año por agosto. Que se visten cuatro.

La cuestión es que el año pasado ya se oyeron historias sobre una posible feria adaptada, pero nadie lo creía. Y así fue. Estábamos asomando la patita tras meses encerrados y pensar en la feria resultaba una quimera irreal.

Pero este año no. Viendo el panorama y lo que queda para agosto, no sería tan descabellado plantear que el Real se adaptara para ofrecer alguna posibilidad digna de ser disfrutada.

De lo malo siempre se puede sacar algo positivo, y en este sentido, nuestra ciudad cuenta con un recinto ferial gigante y unas dimensiones de casetas del todo desproporcionado. Quizá ahora, con el asunto de las limitaciones, espacios y aforos, pueda ser la única vez en la historia en la que tenga utilidad esa llanura esteparia acotada por cuatro tablas que son algunas casetas.

Pero lo que más me ha llamado la atención es que, al comenzar el runrún feriante, aparecía de la nada -literal- la Federación de Peñas diciendo que sí, que lo que decía la concejala Teresa Porras estaba genial y que ellos consideraban que era posible que se celebrara la feria. Silencio. Minutos de reflexión. Cara rara.

¿No les ha pasado alguna vez que habéis escuchando a un niño pequeño hablando cosas de mayores y te ha producido una mezcla de pudor y susto? Pues algo parecido sentía yo, aliñado con una enorme sorpresa, al ver cómo la Federación de peñas se elevaba como voz de calidad para opinar de la Feria de Málaga. Y claro. Uno lo piensa. Y entiende muchas cosas que son del todo inexplicable.

¿Qué sentido tiene que la Feria de Málaga esté en las supuestas manos de las Peñas? ¿Qué peñas? ¿Qué gente? ¿Qué sentido tiene esto?

El modelo actual de la relación Feria-Peñas está caducado desde hace muchos años y, por alguna razón que desconozco, no se corta, aunque una de las dos partes ya prácticamente no exista.

Las Peñas en Málaga son entidades minoritarias, fuera por completo del sistema actual y en el que confluye un número de personas irrisorio en comparación con muchísimas otras entidades o corrientes sociales y civiles en Málaga.

Ya no hay peñas. Existen poquísimas y el cambio generacional no ha llegado a ellas. La gente ya no participa de las Peñas. No son punto de encuentro. Las nuevas generaciones no participan del mundo peñista. Está desfasado en el tiempo. Descatalogado. Y es algo irrelevante en nuestra sociedad. No les corresponde jugar un papel clave en un elemento de nuestra ciudad cuando ellas mismas hace mucho tiempo que no tienen esa significación entre los malagueños.

¿La tuvieron? Muchísimo. Las Peñas en Málaga han sido durante una época eje vertebrador social y promotores de acciones culturales y controladoras de la bonanza de algunos barrios. Punto de encuentro de la gente, espacios de divulgación y entretenimiento y nichos de acción social, colaborativa y solidaria.

Pero ya no existe tal cosa salvo casos muy puntuales. Y es por eso que me pregunto cuál es el motivo por el que siguen disfrutando de estos privilegios. Y no lo sé. No logro comprender por qué la feria de Málaga, de todos, está entregada de forma literal a las peñas cuando, además, muchas de ellas son fantasmas que solamente salen a la luz al llegar agosto.

¿Por qué este trato de privilegio a las peñas? ¿Por qué, en la sede faraónica de calle Victoria tienen un aparcamiento reservado? Sí. En una de las calles más masificadas y con problemas de aparcamiento, la Federación de peñas disfruta de un aparcamiento. Al mismo nivel que las administraciones públicas, los diplomáticos y las personas con movilidad reducida. Pues a diario aparca un coche de la Federación de peñas mientras el resto de la humanidad se da cabezazos para encontrar un sitio donde dejar el coche.

Roza el nivel para que Berlanga le hubiera metido mano al asunto. Así, lo fácil sería pensar que este mundo irreal de las peñas se mantiene por intereses electoralistas de los que mandan: le doy cariño a las peñas y ellas, a cambio, me movilizan al electorado a través de un sistema de capilaridad en su entramado de peñas por toda la ciudad. ¡Pero si son muy pocos! ¿Qué van a movilizar en una sociedad en la que cualquiera con un mínimo de manejo en las redes sociales es capaz de viralizar un mensaje a decenas de miles de personas?

No tiene sentido. Y las peñas avanzan por un camino complejo que, probablemente, acabe con su extinción. Sin ir más lejos, es cada vez más habitual ver la fusión de peñas que comenzaron abarcando un barrio y ya llevan dos distritos. Es por eso que no se comprende la entrega, llave en mano, de la feria de todos.

Quizá sea el momento de darle una vuelta al asunto. De replantear por qué el privilegio de entregar la feria a algo que ya no existe y que, en la mayoría de los casos, solamente sirve para hacer negocio y distorsionar una feria que podría ser mucho mejor de lo que es y no lo es, en parte, por culpa de las peñas.

Qué cosa más extraña.

Viva Málaga.