Opinión | Málaga solidaria

Desigualdad y progreso

Temple Grandin, zoóloga y etóloga americana, lleva toda su vida preocupada por el bienestar animal. Es famoso su método de manejo del ganado, basado en la observación del comportamiento de cada especie, y en tratar de dar solución a los problemas emocionales de los animales de granjas y explotaciones ganaderas.

No puedo evitar, salvando al ganado como objetivo, pensar que nuestros dirigentes deberían preocuparse de igual forma en observar a las clases sociales en las que se nos encuadra, y buscar nuestro bienestar atendiendo a las distintas necesidades que presentamos.

Como base, y ya que cuentan con el poder que les hemos otorgado a través de las urnas, deberían saber que la definición amplia de la palabra economía no es otra que la ciencia que estudia los recursos, la creación de riqueza y la producción, distribución y consumo de bienes y servicios, para satisfacer las necesidades humanas. Tampoco deberían olvidar que ser animales racionales, nos obliga a progresar continuamente, y que los avances científicos y tecnológicos deben contribuir a mejorar la situación de toda la población, no de unos pocos.

Comprobar que el progreso tecnológico en los últimos veinte años ha desplazado a los trabajadores y trabajadoras con más bajo nivel de estudios, generando una gran polarización del empleo y una gran desigualdad salarial, no es nada gratificante. Tampoco lo es atender a la evolución del peso poblacional de las clases sociales de España en los mismos últimos veinte años, en los cuales la clase alta ha aumentado un 1,61%; la clase media se ha reducido un 8,40% y la clase baja ha sufrido un incremento de un 6,79%. La desigualdad sigue desbocada.

Visto lo visto no tengo más remedio, y dada la época que estamos atravesando en la que tocarnos unos a otros no está bien visto, que recordar de nuevo a Temple Grandin y conformarme con poder algún día ser usuario de su confortable ‘máquina de abrazos’.