Opinión | Marcaje en Corto

Nadal muestra una escalera de color inédita

Rafael Nadal sigue firme con su rodillo sobre la tierra batida. Por mucho que ayer el Coliseo romano mostrara irregularidades impropias, magnificadas por las tormentas de estos últimos días, por mucho que Novak Djokovic soñó con el triunfo tras una segunda manga arrolladora, el Dios de la arena volvió a imponer su ley.

Hasta diez veces ha sido máximo entre los gladiadores. Una decena de títulos con partidos memorables como el que volvió a regalarnos en una final que esta vez rivalizaba, en audiencias, con el apretado final de la Liga Santander. Así ha completado el manacorí una escalera de color inédita. Un total de 13 títulos en la arena parisina, otra docena en Barcelona, 11 en Montecarlo y estos diez en la capital italiana.

No existe ningún antecedente en la historia del tenis, incluidos aquellos tiempos heroicos sin un circuito tan exigente y una menor competencia global. Hasta ahora nadie había alcanzado al menos diez veces un mismo trofeo. Y Nadal acaba de hacerlo. Porque no conoce límites. Sus registros lo dicen todo.

Este año se dispone a romper, con el permiso del actual número uno y de una pléyade de jóvenes talentos que siguen pidiendo paso, ese equilibrio que mantiene con Roger Federer. Ambos poseen 20 títulos de Grand Slam y Roland Garros decidirá si se mantiene esa igualdad.

Lo primero que se me viene a la cabeza al cierre de esta edición es lo que hoy volverá pasársele por la cabeza a Djokovic. El serbio por edad tiene margen para alcanzar tanto a Nadal como a Federer en ese podio histórico, máxime cuando se encuentra apenas dos «grandes» (acumula actualmente 18).

Sin embargo, una y otra vez ha visto cómo Rafa se sobrepone a su mejor tenis para hacerle hincar la rodilla sobre la arcilla. Ni con su mejor raqueta, con una forma prácticamente impecable de buscar los puntos más débiles del español, el número uno es capaz de desbancar al Rey de la Tierra.

Con la carga psicológica que entraña este deporte, cómo se plantea uno su concurso sobre la arena parisina. Ni siquiera en plena pandemia, cuando las condiciones meteorológicas y las fechas de celebración fueron inéditas, a Nadal le tembló el pulso allí donde nació, creció e hizo posible lo imposible, el milagro de alargar durante más de una década su tiranía.

Pues sinceramente considero que ese planteamiento tiene que empezar con el reconocimiento al rival, por mucho que hayas compartido con él mil ceremonias de entrega de premios, y el máximo respecto como oponente. ¿Acaso no son campeón y finalista héroes de un mismo espectáculo?

«Los dos hemos jugados bastante bien», fue lo primero que subrayó Djokovic, consciente de la garra que ambos animales habían desplegado en el coso romano. «Quiero felicitar al equipo y a la familia de Rafa Nadal. Hemos jugado casi tres horas de tenis y estoy contento de cómo he jugado. Esta semana era muy importante para mí, para ir a París con buenas sensaciones», continuó el serbio para ir abriendo boca a lo muchísimo que se nos viene en 15 días.

Será mucho y bueno, entre otras cosas, porque tendremos una nueva oportunidad para ver en acción a nuestro Alejandro Davidovich. En Roma cayó precisamente ante el propio Nole, en octavos, y cada vez se muestra más rocoso sobre la superficie lenta. Ya es el 45 del mundo.

Ayer tuvo también palabras Djokovic, siempre acertado con sus bromas, para quienes casi desesperadamente aguardan la retirada de cualquiera de los tres grandes de estas dos últimas décadas. «La Next Gen somos nosotros», expresaba refiriéndose a quienes han vuelto a acaparar la final en el Foro Itálico.

Caballeros dentro y fuera de la pista, ojalá que el ejemplo de estos tres colosos no sólo impregne a esos jóvenes llamados a relevarlos. Que su legado quede eterno, ante todo, como ejemplo de deportividad.