Opinión | Málaga de un vistazo

De tanto en tanto

Cada cierto tiempo hay que poner las cosas en orden, porque aunque dicen que el tiempo pone todo en su lugar, eso no se aplica a nuestro desorden o caos particular o, al menos no, con la puntualidad que a veces se necesita, ni mucho menos con la precisión que uno quisiera. Van pasando las semanas y los meses formando un fila de años que nos apartan de la juventud o nos envejecen -según desde dónde cada uno cuente-, y en todo ese tiempo se acumula en nuestra mente un montón de cosas que haremos luego y que luego nunca hacemos, pero ahí quedan, como una alarma susurrando desde el fondo de nuestra conciencia que nos recuerda lo que en su día planeamos o no decidimos. Nos pasamos la vida aplazando cosas y se van amontonando en un futuro en el que no cabe tanto y nos va tapando el horizonte hasta que un día topamos con todo lo pendiente y no queda otra que poner un poco de orden para despejarnos el camino y seguir avanzando, programando lo que se vaya realmente a hacer y descartando lo que no. La memoria tiene sus limitaciones y no es bueno ni sano mantenerlo todo en el aire mucho tiempo, haciendo malabares con el pensamiento, porque de pronto un día cae por su propio peso o nuestra poca destreza y nos revienta la mala cabeza.

Hay que poner las cosas en orden de tanto en tanto, el problema es saber dónde va cada cosa, querer admitir, por ejemplo, que en realidad nunca haremos eso que no nos propusimos, que toca abandonar una idea, o ponerse ya a hacer cualquier otra. Sin embargo, el esfuerzo es muy agradecido, uno camina mucho más ligero, seguro y aliviado una vez se ponen las cosas en su sitio, y el tiempo lo agradece, cuando va viniendo y no tiene que recolocar nada, ampliando el espacio.