Opinión | Málaga de un vistazo

Mudanzas y recuerdos

Igual que en la memoria se almacenan recuerdos que no tienen ninguna utilidad pero que en su día seguramente la tuvieron y ahí están todavía disponibles sin la esperanza ya de socorrernos pero a mano y nos acordamos de calles que no volveremos a recorrer, de nombres que querríamos olvidar, de experiencias que nos avergüenzan y todavía hoy nos sonrojan, de cientos de anécdotas que no contaremos nunca a nadie, de datos absurdos como números de teléfono que no marcaremos más y que ya ni pertenecen a los que llamábamos, de lo que nos costaron unas zapatillas cualquiera, del cumpleaños de gente que ni sabemos si sigue viva, del mismo modo que retenemos todo eso sin haberlo elegido ni poder evitarlo guardamos también por descuido un montón de cosas que en realidad no queremos o que no sabemos que guardamos, porque permanecen ocultas o quién sabe dónde, hasta que uno abre determinado cajón, armario o caja y se encuentra con ellas y como si fuera ese su sitio ahí se quedan tras el hallazgo: cerramos el cajón, la puerta o ponemos la tapa y a otra cosa.

Por suerte -o no- de vez en cuando nos toca hacer una mudanza y a la hora de empaquetar no queda otra que elegir lo que se va y lo que se queda y nos libramos de un montón de cosas que aligeran el espacio y que nos permite colocar mejor todo lo seleccionado en la nueva ubicación. Sin embargo, eso no lo podemos hacer con la memoria, no hay manera de embalar lo que queremos y trasladar sólo los recuerdos que nos parezcan útiles o nos vengan bien ahora mismo, la memoria es selectiva pero elige a su bola.

Ojalá pudiéramos dejar atrás determinados recuerdos tan fácilmente como nos desprendemos de todo aquello que nos sobra y poder empezar de nuevo de cero sin el lastre de cuentas pasadas.