Opinión | Cartas de los lectores

Miguel A. Castro

Si una de cal, otra de arena

 Todos sabemos que abrir libremente las fronteras a la inmigración supondría un serio problema. No olvidemos que las regiones con miseria son un caldo de cultivo ideal para la generación de mafias, una universidad para la violencia y que a su vez dicha miseria impide la generación de mano de obra cualificada con capacidad de integrarse con efectividad en el primer mundo. Con estos ingredientes la proliferación del racismo está servida, lo quieran reconocer las ONG o no, porque da igual que la mayoría de los inmigrantes sean buena gente que solo quiere sobrevivir, el resto puede ser tan conflictivo que el daño social y en consecuencia los brotes xenófobos son inevitables. La dureza en los planteamientos de cómo abordar el problema de una inmigración numerosa y conflictiva deshumaniza y, por tanto, hace perder la razón a determinados colectivos cansados ya del abanico de problemas sociales que esta situación genera. Y es que no basta con proponer firmeza en la regulación y control de los flujos migratorios, sino que esta aptitud debe de ir acompañada de una voluntad efectiva y contundente de eliminar el problema de fondo. A estas alturas ya deberíamos de saber que no tenemos suficientes ladrillos para construir muros que nos rodeen lo suficientemente altos como para evitar que gente desesperada intente saltar a nuestro mundo. En mi opinión dichos colectivos, intransigentes con la inmigración ilegal, deberían de ser los abanderados de una solución que pasa inevitablemente por la asignación de un presupuesto, no inferior al uno por ciento de nuestro PIB y que gestionado por un comité de expertos tenga por objetivo aplicar fuera de nuestras fronteras una mínima parte de la solidaridad que estamos de acuerdo en aplicar dentro de ellas. Solo podemos y debemos soportar planteamientos firmes y estrictos contra la inmigración ilegal, en gente que esté determinada a sumar decididamente en la búsqueda de soluciones globales. Y solo demostrando una solidaridad global se gana el derecho a reprochar a tus opositores, que solo son capaces de proponer daño para el país y parches para el mundo. Porque actualmente no luchar por solucionar los problemas externos a nuestros estados implica favorecer la proliferación de problemas internos.