Opinión | Memorias en blanco y negro

1907

Un once inicial del Madrid de 1907.

Un once inicial del Madrid de 1907. / L. O.

El séptimo año del nuevo siglo fue muy prolifero en arte y cultura dentro de nuestras fronteras. Miguel de Unamuno escribe la novela «Niebla»; Jacinto Benavente estrena en el Teatro Lara de Madrid una de sus obras maestras como es «Los Intereses Creados» y Pablo Picasso pinta «Las señoritas de Aviñón». Se instaura el gobierno conservador de Antonio Maura y como noticia lucutosa, muere en Pau (Francia) Nicolás Salmerón.

Nace en la ciudad inglesa de Dorking Lawrence Olivier, llamado a ser un gran actor, y ese mismo año desde las propias islas británicas se aborta la construcción del Túnel que uniría el Reino Unido al resto de Europa, aduciendo motivos de seguridad nacional.

Dentro del mundo del ejercicio físico, como así era conocido el Deporte a principios del siglo XX, el fútbol que antaño era repudiado y hasta llevado al extremo de considerarse causa de desorden social, ahora adquiría una importancia destacada dentro de la sociedad española, llegando incluso a considerarse como un espectáculo de gran relevancia, sirviendo de distracción para las grandes masas.

Por primera vez en su aún corta vida, el Madrid dejaba de ser el ganador del Campeonato Regional, dejándolo en manos de su futuro y eterno rival: el Atlético de Madrid. No obstante, volvería a clasificarse para la disputa de la Copa del Rey tras vencer en el concurso de clasificación al Excelsor, F.C. por un rotundo 7-0 en primera instancia, y posteriormente al Hispania por 4-1 en el segundo encuentro.

Con el mayor número de participantes desde su creación en 1903, Vizcaya, Vigo, Recreativo de Huelva, Madrid, F.C. y Hamilton F.C., el Madrid se volvería a plantar en la final ante su archiconocido enemigo copero como era el Athletic de Bilbao, que pasó a denominarse desde aquella temporada como Vizcaya.

Ambos conjuntos habían ganado tres partidos en la liguilla previa por lo que se encontraban empatados a puntos, debiendo de disputarse la supremacía del torneo el día 30 de abril en un partido de desempate ante más de 600 espectadores. El Madrid alineó a Alcalde, Joaquín Yarza, Berraondo, Tarza, Normand, Quirante, Parages, Prast, Revuelta y los hermanos Giralt; mientras que, por su parte, los vizcaínos presentaron a Larrea, A. Sena, Arzuaga, M. Sena, Simmons, García, Cárdenas, Murga, Irizar, Celada y Asuero.

La victoria blanca se fraguó tras un excelente juego de equipo que le llevaría en volandas a alcanzar en triunfo final, no en vano la columna vertebral seguía siendo aquella que en 1902 daría sus primeros pasos oficiales dentro del mundo del fútbol. A ello se unió el infortunio de la lesión de Larrea que mermaría considerablemente las aspiraciones del conjunto vasco.

La publicación Gran Vida de la época, haría un extenso resumen del enfrentamiento entre ambos colosos, del cual destacamos el siguiente extracto:

Los dos equipos, con muy buen acuerdo, hicieron alarde de corrección y tuvimos el gusto de ver como vascos y castellanos demostraron su maestría de jugadores sin el repugnante gusto de cargas brutales y otros excesos como los del primer día. Los jugadores del Vizcaya tuvieron la desgracia de que se les inutilizara el portero, y los del Madrid, con un hermoso arranque de compañerismo, les propusieron que los sustituyesen por otro jugador, lo que no fue aceptado. Continuamente pudo observarse que, aparte de la lucha natural del juego, fraternizaban los individuos de los dos bandos y por eso el público, a la terminación del partido, cuando después de haber ganado el Madrid por 1-0, Berraondo gritó: «Hurra por el Vizcaya» fue contestado no solo por los individuos de su equipo, sino por todo el público que presenció el partido.

Esta gran victoria que otorgaba a las vitrinas del Madrid F.C. un nuevo título copero, supuso la posesión del trofeo en propiedad, al haberlo conquistado por tercera ocasión consecutiva. Como nota curiosa podemos señalar que el partido fue dirigido por Mr. Sidney, colegiado inglés llegado desde las islas británicas para la ocasión.