Opinión | La calle a tragos

Una inyección de luz y gasolina

Una inyección de luz y gasolina

Una inyección de luz y gasolina / L. O.

N o somos pocos los ‘españolitos’ que hemos heredado del gurú Jesús Quintero su afición a destripar los silencios. Menos mal que esa práctica sabia y artesanal nos está ayudando ahora a interactuar con esa nueva realidad que nos está pasando factura. Medio locos e insomnes, celebramos la liturgia del ruido sobre la cima oscura de nuestra colina cotidiana. De repente, al son de los relojes de la madrugada, redobla el tambor de la lavadora del vecino. Viene a ser la manera que tiene un director de orquesta imaginario de abrir la veda -con la batuta que nos grita ‘música, maestros’- para invitarnos a la fiesta intempestiva del ahorro. Y, entonces, a uno no le queda otra que sumarse al concierto colectivo con la interpretación de un humilde ‘solo’ de lavavajillas.

El poder incontestable de los electrodomésticos nos ha convertido en los mejores embajadores de Nueva York, la ciudad que nunca duerme. No sabemos vivir sin el parpadeo de las máquinas y esa dependencia nos deja indefensos ante el señor que, mientras acaricia un gatito, afila el precio de la electricidad en este país que oscila entre un ‘vacunas para todos’ y el ‘sálvese quién pueda’ en la presumible recta final de la pandemia.

A medida que crece la inmunización de la población y las dosis contra el coronavirus entonan un canto a la esperanza, otro tipo de inyecciones nos están golpeando dónde más duele: en el sensible remiendo de tela que le concede un hilillo de futuro al bolsillo. Qué lejos -y qué cerca- quedan aquellas homilías políticas en las que se hablaba continuamente de la reconstrucción económica y una salida de la crisis sanitaria que no deje atrás a nadie.

Antes incluso de sentir el cosquilleo de Pfizer o AstraZeneca, hemos sufrido la amenazante aguja que ensalta el poder adquisitivo de cualquiera cuando acude a la necesaria inyección de luz o de gasolina.

Resultará difícil bandearse en una coyuntura en la que recursos tan necesarios encallen en precios tan prohibitivos como los del marisco. A ver si es verdad que el Gobierno central baja cuanto antes el IVA de la luz.