Opinión | Tribuna

Querida tía Carlota

Querida tía Carlota: Ya sé que te fuiste a vivir a una casa perdida en la meseta porque ya no soportabas el devenir de este país, donde nadie te molestara, sin radio, ni TV, ni internet. Solo con tus gatos, tus perros y tus libros de cabecera: Machado, Lorca y García Márquez. Me pides que te cuente cómo va España, tan solo te puedo ofrecer mi humilde opinión. Me he acordado de las ‘Cartas Marruecas’, las que te regalé por tu cumpleaños, las de José Cadalso. Otro día te cuento la que han liado nuestros vecinos.

Tú y yo hemos compartido la idea de que en España siempre estamos a la gresca, pues no nos equivocamos. Todavía no hemos salido totalmente de la pandemia – por cierto, ahí solita nadie te habrá contagiado- cuando ya se han puesto a berrear los catalanes con su machacona independencia; en realidad se trata de la mitad de ellos, pero aquí abusamos de las sinécdoques y de las metonimias. La otra parte, la constitucionalista, está callada y olvidada. El Gobierno le hace una suerte de bullying. Ya conoces bien ese palabro. Están discutiendo acerca de conceder unos indultos a los independentistas que dieron un golpe de estado a la catalana. Te puedo decir que es una concesión legal, pero podría ser inconveniente, pues no muestran arrepentimiento, sino que aseguran que lo van a repetir: lo del referéndum unilateral. Entre los de la gaviota y los del capullo han ido creando un Gremlin independentista que ya no pueden domesticar. Ahora, un país de más de 45 millones de habitantes está a merced de dos millones de votantes. Así están las cosas, tía Carlota. Ya sabes que yo soy de la estirpe de Felipe González, como tú, lo cual nos engloba en el grupo de los fachas, que lo sepas. Él mismo sostiene que no se dan las condiciones necesarias para eso de los indultos.

En España se está evaporando el centro, la moderación y la social democracia, en favor de los extremismos, esto es, el comunismo bolivariano y la derecha rancia y franquista. Ambos extremos se retroalimentan. Una manifestación o un gesto de un extremo sirven para remover al contrario, con lo cual la sociedad española se está dividiendo en rojos y fachas, como aquellos duros años que precedieron a la Guerra Civil y que tú viviste siendo muy pequeña. Efectivamente, si abogas por la unidad nacional eres facha, si intentas dialogar con los independentistas te conviertes en un rojo, enemigo de la patria. Tía Carlota, ¿te acuerdas de aquel maravilloso eslogan de ‘la unión hace la fuerza’? Tan rojo como era. Pues ahora, buscar la Unidad de los territorios es todo lo contrario. No entiendo cómo no se busca la integridad y la consolidación de la UE, como un territorio único, que pueda competir en este mundo tan absorbido por EE UU, China o Rusia. Yo lo veo así, tía Carlota. Creo que hemos generado una generación de ignorantes que solo sabe discutir y no ve más allá de sus narices, como los pobres borricos. Se pasan todo el día en el parlamento discutiendo y creando diálogos de besugos, dirigiendo el foco a lo insustancial, dejando fuera lo fundamental. No veas el otro día el ridículo tan espantoso que hizo Pedro Sánchez al intentar acercarse al nuevo presidente norteamericano. Biden iba como una esfinge relamida, parecía que recién se había hecho un lifting y ni siquiera pudiera girarse porque se podía resquebrajar. Al lado iba nuestro presidente intentando charlar con él, mendigando atención y un poco de amor. Por un momento creí que se le iban a abalanzar encima los guardaespaldas. Menuda historia de ridículos llevamos a nuestra espaldas precisamente: Aznar imitando el acento tejano y luego aquella foto vergonzosa de las Azores, Rajoy intentando hablar un inglés de cuarto de Primaria, ZP sentado en un acto oficial ante la bandera de Estados Unidos. Y ahora PS. No tenemos mandatarios carismáticos, ni con personalidad. Creo que somos un poco el hazmerreír del mundo. Tú me habías comentado alguna vez que somos un país de mediocres. Pues eso. Y si además estamos continuamente a la gresca, me temo que nos quedan dos telediarios como país. Recuerda lo de Bismarck: «España siempre ha intentado autodestruirse».

Pues sí, querida tía Carlota, nuestra política exterior ha sido y es una auténtica mierda. Ni siquiera nos hacemos respetar por un país como Marruecos. Yo no digo que saquemos los tanques a la más mínima como hacen los rusos o los bielorrusos, pero tampoco que nos bajemos las bragas con todo el mundo. Estos son los dos extremos de los que antes te he hablado. Nunca se buscan alternativas moderadas. El problema de la moderación es que recibes hostias de don diestro y de don siniestro. Así que si he de elegir me quedo con la opción más inteligente: la vieja Europa. Ello supone rechazar tanto las políticas bolivarianas hiper-subvencionadas como las serviles americanas. Aquí se sufraga tanto a la Iglesia, como a una monarquía incompetente, por lo menos la de antes, - el Emérito podría estar unos años acompañando a su yerno-, y se puede subvencionar perfectamente un chiringo que defienda el derecho de los okupas a una vivienda digna, como la resurrección del arameo en Oriente Medio. Después se quedan con el culo al aire los científicos, los emprendedores y los creadores de empleo y riqueza. La fuga de cerebros es constante, querida tía. Nunca terminaremos de despegar como merecemos, pues hay un montón de gente que pone toda la carne en el asador para que España prospere y luego llegan otros y destruyen todo lo creado, bien con corruptelas, robando y usurpando. Son los típicos pillos y sinvergüenzas, que abundan en cualquier ideología, aunque creo que la derecha se lleva la palma, o los que comienzan a destruir empleo y a subir impuestos como si no hubiera un mañana. Los unos o los otros se pueden cargar un país perfectamente, cada uno a su manera.

Por cierto, no puedes ser crítico con lo que te parezca mal de uno u otro lado. Antes la gente se agrupaba en torno a sus partidos, como los hinchas de fútbol, luego se regían por sus ideologías, en torno a su líder, el cual, haga lo que haga siempre estará bien. Esto ha desembocado en las tribus. Todo consiste en criticar al rival, sin ningún espíritu autocrítico. Mucha gente está perdiendo amigos y familiares porque no respetan que haya otra forma de ver el mundo y la vida. Tú sabes que yo me adapto a la mayoría, me guste o no me guste: esa es la esencia de la Democracia. Qué quieres que te diga, tía Carlota. A mi edad ya no puedo con estos jueguecitos. No puedo callarme cuando veo lo absurdos e incongruentes que somos a veces, no puedo mirar hacia otro lado cuando observo tanto latrocinio o tanta sinvergonzonería, de uno y otro color. Yo ya no tengo ánimos para discutir acerca de lo evidente, ni para enturbiar lo que resulta obvio con demagogias, mentiras o medias tintas.

Lo he decidido, me marcho contigo a contemplar desde tu atalaya cómo seguimos autodestruyéndonos. Pienso que no tenemos remedio. Me apena lo que les espera a las nuevas generaciones. Espero que en el último momento nos demos cuenta y reaccionemos al unísono y ganemos el partido, aunque sea de penalti en el último minuto.

Un fuerte abrazo de tu sobrina Marta.