Opinión | Tribuna

Lectura comprensiva

Un lector de La Opinión de Málaga

Un lector de La Opinión de Málaga / L. O.

El emisor no se puede responsabilizar de lo que entienda el receptor, tras haberse explicado correctamente, sin fisuras, con la estructura textual-argumental ordenada en las tres partes clásicas para que el lector pueda digerir el mensaje sin equívocos ni ambigüedades. En ocasiones, el autor transgrede el lenguaje habitual porque confía en que el lector o receptor decodifique ese toque personal que impregna al texto, o esas pinceladas que otorgan las licencias literarias o, si acaso, sin ningún miramiento, los recursos literarios que nuestros vastos y sabios topos y recursos estilísticos nos ofrecen desde los albores de la Edad Media hasta los Siglos de Oro o la Edad de Plata de nuestras letras, donde terminaron de consolidarse y enriquecerse aún más, si cabe.

El lector ha de interactuar con el autor y viceversa a través del texto. Es obligación del autor adaptar el texto para el receptor, es lo que se denomina adecuación. Puede ocurrir que el escritor traspase los propios requerimientos de la comprensión lectora y no sepa adecuarlo o que el lector no se halle a la altura de lo que de él se espera, esto es, falta de recursos lingüísticos, desconocimiento de la gramática, escaso vocabulario o desorden estructural mental, esto es, que no sepa diferenciar una tesis de un desarrollo y que confunda las argumentaciones utilizadas o que la conclusión, por ejemplo, la catalogue como idea central.

Son los errores típicos que acompañan a determinados lectores que se quedan en la superficie, no muy duchos en esto de exprimir un texto, seguramente no por falta de preparación sino por pura desidia, pues la comprensión lectora total requiere un esfuerzo intelectual que no acompaña a otros textos, como una receta de cocina sin ir más lejos.

Los artículos de opinión pueden estructurarse claramente en planteamiento, desarrollo del mismo y conclusión. Estos son los más populares, incluso van separados por tres párrafos perfectamente diferenciados. Si el autor desea que llegue a un amplio número de lectores ha de ser claro, directo y conciso, casi como una noticia. La paradoja de este razonamiento es que se perdería la esencia misma del artículo de opinión, la cual ha de ir claramente argumentada y razonada para que esa opinión, como tal, pase de lo connotativo a lo denotativo. De esta manera la persuasión, como base de este género, quedaría más que lograda.

Otros autores huyen de estos clichés y prefieren dirigirse a un lector mucho más selecto, casi elitista, sería algo así como la inmensa minoría juanramoniana. El artículo de opinión coquetea con los recursos propios de la literatura y es ahí donde a algunos nos gusta mucho más desenvolvernos. A mí me resulta más enriquecedor, pero se corre el peligro, como anteriormente he dicho, de que el lector permanezca en una empobrecedora lectura literal, de esta manera la lectura inferencial o interpretativa es casi inexistente y de la crítica o profunda mejor ni hablamos. Después empiezan a soltar ráfagas de opiniones que no tienen ninguna relación con la tesis ni con la síntesis del texto. Eso sí, la libertad de opinión ante todo, aunque sea sin fundamento.

Este tipo de lector no conoce lo que es una paradoja; puede tomarse una hipérbole al pie de la letra; no sabe interpretar, ni localizar una metáfora; carece de competencias lingüísticas para identificar una ironía o simplemente posee un penoso sentido del humor – la identificación de las ironías o de los sarcasmos denotan una cierta inteligencia para poder comprender el verdadero sentido del mensaje, dicho sea de paso-; no distingue un texto argumentativo de otro expositivo o la combinación de ambas propuestas. Es un soterrado tipo de analfabetismo que padecen muchos ciudadanos por la pérdida del hábito de la lectura. Es duro decirlo así de esta manera.

Es por lo que existe una clasificación de los libros y vamos secuenciando las lecturas desde el Primer Ciclo de la ESO hasta el Bachillerato. En la Selectividad, el alumnado debe estar preparado para llegar a este último escalón, el de la lectura comprensiva total y metatextual. Cuando ya se ha localizado su estructura, se ha distinguido la intención del autor y podemos realizar un análisis gramatical y estilístico con cierta solvencia, el alumno-a ya está preparado para profundizar aún más en el mensaje y conectar con el autor. Si a ello se le añade un razonamiento o argumentación apropiados, junto a un espíritu crítico fundamentado, acompañado de referencias intertextuales aplicadas, obtendremos un excelente comentario de texto.

Por desgracia, determinados lectores adultos, carecen de estas estrategias, tampoco saben ‘leer entre líneas’, no identifican el tema o idea central, se quedan simplemente con una cita, que solo sirve para ejemplificar, para terminar generalizando, por lo que la comunión entre autor y lector no ha sucedido. Terminan malinterpretando el texto, confundiendo ideas, insultando al autor y tergiversando el mensaje, haciendo gala de una arrogante ignorancia de la que no muestran ningún sonrojo porque no son conscientes de ello. Hay gente que tilda a determinados escritores de fachas, cuando fueron perseguidos por el Régimen Franquista o tuvieron que exiliarse; malinterpretan el sentido de un mensaje por una cita descontextualizada, esto es, sacar de contexto un párrafo o unas líneas perdiendo su auténtico significado; extraen conclusiones erróneas porque solo ven a través de su sesgada ideología o porque les interesa conservar su silla o esperan una dorada puerta giratoria. Esto es el germen de los memes que circulan a diario por internet, agrupando a los ciudadanos según sus filias y sus fobias, las cuales, desgraciadamente han sido prefabricadas por la desinformación o el partidismo.

Irónicamente expongo, en algunas de mis charlas literarias, que no me puedo responsabilizar de lo que hagan o piensen mis personajes de ficción. Creo que usted sí que sabe leer entre líneas.