Opinión | Memorias en blanco y negro

Las lágrimas de Ángela

Muchas fueron las emociones que vivimos hace apenas 4 días, con la disputa de la primera semifinal que enfrentó a España e Italia en Wembley, dentro del tramo final de la Eurocopa 2020. Tras casi una década de larga espera, nuestra selección volvía a codearse con las mejores naciones del viejo continente.

En casa y desde primera hora de la mañana, ya se palpaba algo especial en el ambiente, y es qué por delante nos esperaba un día lleno de fuertes emociones. Mis hijos me notaban algo tenso, y es que a mi me gusta vivir con pasión los días en los que algo grande se cuece dentro del mundo del fútbol. Ellos, presos de mi vehemencia y fanatismo por el deporte rey, decidieron unirse a la causa enfundándose los colores de la roja como si fuesen un hincha apasionado más.

David, que apenas tiene 4 añitos, se dedicó a patear la pelota por todo el jardín, el cual sufrió importantes daños colaterales, pero bueno, era un día de fiesta y no íbamos a quitarle ese deseo al pequeño ciclón. Por su parte Ángela, siempre más calmada y reflexiva, me atiborró de preguntas sobre la Selección enfundada con la camiseta azul que nos hizo campeones del Mundo en 2010. Me dijo que quería vivir la experiencia como yo, desde el primer minuto. Y así lo hizo, por lo que el artículo de hoy lleva la firma inconfundible de una niña de apenas diez años, que quiso aliviar el sabor agridulce que le dejó el partido más importante de España en la última década, el cual, viene a decir lo siguiente:

«El martes pasado la selección española jugo la semifinal de la Eurocopa 2020 contra Italia. A mis 10 añitos, fue la primera vez que me senté junto a mi papi para ver un partido desde el minuto uno hasta los penaltis. Fue una sensación muy bonita ya que pude experimentar las emociones que es capaz de transmitir el fútbol a las personas.

España empezó jugando muy bien, pero el gol no llegaba y presa de los nervios vi como se acababa el primer tiempo. Después del descanso y sin despegarme de mi silla y del brazo de papi, vi como nuestra selección seguía buscando el gol, pero este no llegaba. Y cuando menos nos lo esperábamos, Italia que no había hecho nada hasta entonces, nos metió un gol y me puse muy triste.

Pero yo nunca tiré la toalla y sabía que, jugando así, íbamos a meter un gol tarde o temprano, así que confié en nuestros jugadores. Oyarzabal, que había tenido tres ocasiones claras de gol, fue sustituido por Morata y yo le dije a mi papi que iba a meter un gol. Y así fue como un ratito después, Morata metió un gol y todos en casa, hasta mi hermano David que solo tiene 4 añitos, lo celebramos como si no hubiese un mañana. Nos pusimos a saltar y a gritar el gol como locos, pero el partido todavía no había terminado. Llegó al minuto 90 y le agregaron tres más y yo seguía confiando en nuestra selección.

Y llegó la prórroga donde seguíamos luchando mucho por ganar jugando mucho mejor que Italia, aunque ya estábamos un poquito cansados esa es la verdad, pero, al final, llegaron los penaltis. Yo seguía muy nerviosa, pero cuando Italia falló el primer penalti, saltamos de alegría. El problema es que nosotros también fallamos. Dani Olmo, que decía mi papi que había sido el mejor jugador del partido, lo tiró por encima de la portería, ¡pobrecito! Me dio mucha pena porque merecía haberlo metido. Luego ellos y nosotros metimos dos seguidos y todo seguía siendo muy emocionante.

Ellos volvieron a meter el cuarto y nosotros lo fallamos así que si el quinto lo metía Italia pasaban a la final. Y lo metieron, y nosotros nos pusimos muy tristes. Fue una sensación que jamás antes había sentido y me fui a dormir con mucha pena. Al día siguiente le dije a mi papi: «Papá, ¿por qué estoy hoy tan triste todavía? Y él me dijo: Ángela, ¿por qué no escribes lo que sentiste al ver un partido tan emocionante por primera vez? Verás cómo así la tristeza se convierte en un bonito recuerdo. Así lo hice y me sentí mucho mejor. Fue cuando me di cuenta por primera vez que lo que me decía mi papi siempre, era verdad: el fútbol es muy emocionante, aunque no siempre se gane». Ángela Ariza Compás.