Opinión | La vida moderna Merma

El gran oratorio de campaña

el gran oratorio de campaña

el gran oratorio de campaña / Gonzalo León

Estamos faltos de ilusión. La pandemia está castigando tanto que resulta difícil que algún futurible pueda llegar a generar esa sensación emotiva de ilusión por lo que está por llegar.

La quinta ola, cuyo origen es la estupidez humana y la nula capacidad de esfuerzo y compromiso por parte de muchos jóvenes y sus papás, ha hecho que se derrumben más aún estas expectativas de que algo cercano y novedoso pueda llegar a buen término.

Los cofrades en Málaga han demostrado una vez más que, con poco que arda el pabilo, todo se convierte rápidamente en fuegos artificiales, alegrías y palmas.

Ha sucedido con el Centenario y esas tres actividades culturales que han supuesto devolver la ilusión a muchos de nosotros. Somos el centro de atención. Y a poco que desarrollas las ideas que nos cuentan, llegas a emocionarte e ilusionarte por ello.

Dicho lo cual, no hace falta ser Fernando Simón para intuir que la magna no se celebrará en septiembre. La situación no acompaña y si yo tengo serias dudas de poder celebrar mi boda en octubre, será difícil pensar que una semana antes podamos tener una pequeña Semana Santa en las calles por un día.

Mala suerte. Aunque seguro que llegará en algún momento. La hora de dar las gracias. Como también sucederá con el elegantísimo Vía Crucis que han organizado y que, a pesar de no ser el foco de atención de los capillitas de inicio, sin duda se convertirá en una de las escenas más bellas que nunca los cofrades hayamos presenciado.

El tiempo es incontrolable. Sabemos con certeza que hay cosas que sucederán. ¿Cuándo? Ahí llegan los problemas. Porque las cosas se complican de tal forma que somos incapaces de realizar un cálculo certero. Por eso, hace casi dos años -se dice pronto-, algunos incrédulos pensábamos que igual para Semana Santa estaba todo solucionado. Por eso, tras el primer golpe, era habitual la frase de «el año que viene volveremos con más fuerza». ¿El año que viene? Llegó. Y tampoco fue. Y se encadenaron dos semanas santas sin nada ni nadie en la calle. La primera enclaustrados. La segunda con algo de vida social y mucha cautela. ¿La tercera? Ésa está en el limbo. Y conforme pasan los días la certidumbre se convierte en incredulidad ante un escenario adverso. Ojalá sea que sí. Y poder volver a volver. Al abrazo, la túnica y la emoción compartida por muchos en cercanía. Pero para saber si será posible o no, aún toca esperar.

Quizá lo más sensato sea imaginar una Semana Santa en 2022 con avances, pero no del todo. Con imágenes en la calle, pero sin centenares de personas bajo ellas. Con penitentes, con cirios y procesión. Y con imágenes portadas por unos pocos que irán relevándose durante toda su salida y conformarán una procesión distinta pero seguro que cercana.

Piensa mal y acertarás. Pues en este caso, piensa en poquito y seguro que aciertas.

Por eso, al leer, descifrar y entender la propuesta que desde el Centenario de la Agrupación se planteaba para la Catedral, resulta del todo desconcertante que haya quien no comprenda el valor y la significación que suponen actualmente para todos los cofrades.

El primer templo de la ciudad como orbe de las devociones malagueñas con imágenes ocupando las capillas de la Catedral, expuestas en veneración para los fieles y pudiendo ser visitadas de manera extraordinaria en la gran casa de todos los católicos.

Un sueño. Y es que imagino a muchos acudiendo como nunca antes a la Catedral a encontrarse la Virgen del Rocío, el Cautivo o La Puente. Un sueño jamás antes impensable y que nunca, al menos mientras vivamos, se repetirá. Y todo ello, con la certeza de que se podrá realizar. E incluso, si la situación es adecuada, las imágenes podrán acudir llevadas en andas por sus hermanos.

«El verbo encarnado», así se llama la veneración y exposición de las imágenes en la Catedral, es sin duda una de las grandes actividades de los cofrades en los últimos años y el gran hecho histórico que disfrutaremos todos durante esta pandemia.

Quizá por eso haya acciones o gestos incomprensibles -para un servidor-. Y es que no alcanzo a comprender el extraño sentimiento de posesión que muchos sienten sobre las sagradas imágenes que conforman nuestras hermandades.

Es cierto que los hermanos de una corporación son los que gestionan y deciden el día a día pero ¿Son realmente su propiedad? ¿Es de sentido común no participar en algo tan global, general y que disfrutaremos todos por el simple hecho de que pocas decenas de personas lo decidan?

Me llamó muchísimo la atención que un planteamiento con el sello de aprobación de la Diócesis de Málaga reciba la opinión negativa de algunos cofrades. Quizá sea bueno identificar con claridad dónde están los limites de propiedad de las imágenes. A lo mejor convendría recordar quien tiene la última palabra e incluso la propiedad de las imágenes.

Estoy convencido de que aún hay margen de mejora -o cambio- aunque las decisiones de los cofrades muchas veces son tan inverosímiles como la propia vida. En cualquier caso, debemos celebrar que muy pronto tengamos en la Catedral algo histórico, necesario y bueno. Imagino a un mar de cofrades acudiendo a diario a visitar, saludar, pedir y dar gracias en ese gran oratorio de campaña que con motivo del Centenario -y necesario por todo lo que estamos pasando- han organizado.

La veneración, el calor de los fieles y la devoción no entienden, a Dios gracias, de furgonetas ni rejas. Viva Málaga.