Opinión | Crónicas de Málaga

Málaga debe desterrar el síndrome del metro

El soterramiento del eje litoral merece ser consensuado y, claro, no debe eternizarse, como ha pasado con el Metro

Imagen de los trabajos en las vías del metro en la Estación de Atarazanas

Imagen de los trabajos en las vías del metro en la Estación de Atarazanas / Álex Zea

Lo dijo el pasado lunes el presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno, al visitar la estación del metro de Atarazanas para ver in situ la primera soldadura del carril de vías del suburbano. La infraestructura, reflexionó, había de estar inaugurada el 11 del 11 de 2011, y estamos en julio de 2021, así que hagan cuentas. La primera piedra del metro se puso el 7 de julio de 2006 y el 14 del mes siguiente, este que les habla, recién entrado a este periódico, cubrió junto al Martín Carpena el inicio de la ejecución de los muros pantalla de línea 2. Las máquinas, decía en aquella información, avanzarían tres metros y medio cada día. Uno de los responsables afirmó: «En febrero de 2009 habrá metro en Málaga, estamos trabajando ya en cuatro tajos y empezaremos otros dos en breve tiempo». Es decir, el metro lleva más de 15 años de obras en los que, entre otras cosas, fueron inauguradas las líneas 1 y 2 con el epicentro en María Zambrano y ahora la Junta del PP y Cs, que echa buena parte de la culpa del retraso del suburbano a los años socialistas, está ultimando los dos tramos finales: Renfe-Guadalmedina y de ahí a la estación de Atarazanas. El presidente cree que, si la legislatura andaluza acaba en noviembre de 2022, es posible que se pueda inaugurar la llegada del metro al Centro. Pero será la historia de nunca acabar, porque luego comenzará, a principios de 2023 si hay fondos europeos para ello, la línea al Civil y algún día habrá que hablar de su llegada a Ciudad Jardín, El Palo o a los municipios del arco metropolitano de Málaga. Ye se han invertido más de 900 millones de euros en esta aventura y sumando. Pero de lo que quiero hablarles es precisamente de una enfermedad que aqueja a los malagueños y que he dado en llamar el síndrome del metro, dícese de aquel cuadro que causa a un malagueño fatiga y ansiedad por ver su ciudad durante más de tres lustros levantada y que se acompaña de mareos y pensamientos recurrentes si el desdichado sufridor piensa que al suburbano le quedan varios años más, en el mejor de los casos, para estar terminado. Es parecido al síndrome de los proyectos que se eternizan (el Tren Litoral o al saneamiento integral). El cuadro es especialmente virulento en los vecinos del Perchel y zonas aledañas o en dueños de comercios que lo perdieron todo por el exasperante lentitud del avance del metro; o también se da en aquellos nativos que preferían no mirar al rededor de sus coches cuando atravesaban la Avenida de Andalucía y la veían patas arriba por suspensiones de pago de empresas, trámites burocráticos o restos arqueológicos directamente arrasados o cuya catalogación y puesta en valor se prolongó demasiado por múltiples factores. Y ahora ese síndrome ha generado un síntoma muy importante: la aversión de muchos a cualquier planteamiento que suponga un proyecto constructivo nuevo. No hablo de los muy opinables planes que hay por ahí, sino de una iniciativa, el plan Málaga Litoral, que es visto con buenos ojos por el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y los empresarios o que, con algunas pegas, tampoco disgusta a los arquitectos. Ya saben: es la oferta del equipo de gobierno de soterrar el tráfico el Muelle Heredia, la Plaza de la Marina, el Paseo de los Curas y Cánovas hasta llegar al Miramar, ganando 65.000 metros cuadrados para el peatón y el ciclista, ampliando el Parque hasta el Palmeral de las Sorpresas y la ejecución de intercambiadores modales de transporte en La Marina y junto a María Zambrano. El soterramiento total es de 2,3 kilómetros y costaría 442 millones de euros. Los comentarios a las diferentes noticias que ha dado este periódico al respecto no dejan mucho lugar a dudas: la ciudadanía no quiere más obras. Eso critica el PSOE, por ejemplo, que habla de una actuación faraónica y que tardará 20 años en ser concluida, además de dilapidar millones y millones de euros. El caso es que Ángel García Vidal, el representante de los ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Málaga, dijo que lo primero que le gusta es que, al menos, hay una idea. Y destaca que, en la anterior crisis, la ciudad se impregnó de la idea de que ya estaba todo hecho y eso, indicó, no es así. Lo cierto es que todo va a depender, como dijo uno de los ideólogos, el arquitecto Salvador Moreno Peralta, de la exacta planificación técnica y económica de la obra. Es decir, de que se haga en tiempo y con los fondos adecuados, ni más ni menos. Un periodo factible serían de tres a cinco años y las ventajas para la ciudad serían innumerables, sobre todo para la movilidad Este-Oeste y viceversa, completando así la unión del Puerto y la ciudad. El PSOE, por cierto, propuso en la última campaña un proyecto para asomar la ciudad al mar, que suponía soterrar desde el final del Muelle Heredia al Paseo de los Curas, poner un intercambiador en la Marina y peatonalizar el Paseo del Parque (los carriles centrales) y la Cortina del Muelle, reordenando el tráfico en el entorno de Cánovas. 20 millones costaría. Es decir, el soterramiento socialista son 300 metros y el del PP y Cs, 2,3 kilómetros, pero las soluciones son parecidas. De una cifra a la otra hay una gran distancia que el alcalde, Francisco de la Torre, y el líder de la oposición, Daniel Pérez, podrían recorrer para encontrarse en algún punto intermedio y pactar el proyecto, bajándolo de lo imposible o lo faraónico a lo concreto y posible. Puestos a pedir, sería deseable que este proyecto de ciudad fuera consensuado por los principales partidos y sometido a la opinión del Consejo Social y de Ciedes. Sólo así desterraremos el síndrome del metro.