Opinión | Memorias en blanco y negro

La maldición de Béla Guttmann

Béla Guttmann

Béla Guttmann

Si todavía hay gente que no cree en fantasmas y maldiciones, esta historia quizás les haga reflexionar e incluso podría hacerles pasar un mal rato si a ello se une que es seguidor del Benfica. Desde hace más de medio siglo se rumorea que por el estadio Da Luz de Lisboa en las noches mágicas de fútbol europeo se divisa sobrevolando por sus inmediaciones durante poco más de hora y media, un objeto no identificado con forma de ser humano y portando dos ánforas griegas entre sus brazos...

Béla Guttman (Budapest, 27 de enero de 1899), es uno de esos personajes del mundo del fútbol que han llegado a generar casi más popularidad en torno a su figura difunto que en vida propia. El, magiar tras colgar las botas, fue un entrenador muy controvertido cuyo lema era el de no estar más de dos años en un mismo lugar, hecho que llevó a rajatabla si nos atenemos al extenso currículum de países en los que entrenó; Hungría, Austria, Italia, Portugal, Uruguay, Brasil... para un total de 22 equipos en 11 diferentes. En casi todos ellos saldrían campeones por lo que su popularidad se extendió a lo largo y ancho de todo el globo terráqueo.

Pero donde realmente echaría raíces él austro-húngaro sería en Portugal, primero al frente del Oporto al cual haría campeón en la temporada 1958-1959 por primera vez en su historia y sobre todo en el SL Benfica, al que llevaría a reinar en el Viejo Continente durante varios años de forma consecutiva. Nada más aterrizar en Lisboa lo primero que hizo fue dar la baja a 20 jugadores y apostar fuertemente por jóvenes talentos de la talla de Costa Pereira, Germano y Eusebio «La Pantera Negra» –éste llegaría en 1960–, a los que guiaría en la conquista del campeonato de la temporada 1959-1960 y que a su vez les otorgaba billete directo para participar en la emergente Copa de Europa tan venerada por los clubes europeos más poderosos.

Si en su primer año se alzaron con la Liga, en el segundo llegaría la consecución de su mayor hito histórico, revalidando el título de campeón nacional a lo que se uniría la ansiada Copa de Europa, esta última lograda tras vencer en la final al FC Barcelona por 3-2 en un hecho sin precedentes y cuyo «doblete» a día de hoy permanece como el mayor logro dentro de los más de 115 años de existencia que tiene el club.

Al año siguiente lograrían repetir título continental nada más y nada menos que tras derrotar al Real Madrid en una de las finales europeas más recordadas de la historia, logrando remontar un 0-2 inicial. Los portugueses con su clásico sistema ofensivo del 4-2-4 vencerían por 5-3 en Ámsterdam con Eusebio en plan estelar. Para que se hagan una idea de lo que entonces acababan de conseguir les diré que en frente tenían ni más ni menos que a Di Stéfano, Puskás y Gento, ante la atenta mirada de un jovencísimo Johan Cruyff que ejercía como «recogepelotas» en la banda.

Al acabar su tercera temporada al frente del Glorioso al cual había llevado a ser considerado el mejor club europeo del momento, Guttman solicitaría al presidente António C. Cabral Fezas Vital –que desde marzo supliría en las funciones a Maurício Vieira de Brito principal valedor del míster húngaro–, una subida de sueldo acorde con su prestigio. Pero se toparía de bruces con él máximo mandatario del club, el cual se negó en rotundo a ello. Fue él momento en que él míster echaría sapos y culebras por su boca hasta acabar su discurso soltando aquella profecía de: «en cien años desde hoy él Benfica sin mí no ganará una copa europea».

Desde entonces, las Águilas han disputado un total de ocho finales, cinco de Copa de Europa (1963, 1965, 1968, 1988 y 1990) y tres de Europa League (1983, 2013 y 2014), habiendo sucumbido en todas y cada una de ellas. El propio Eusebio antes incluso de la final de 1990 frente el Milán que se disputó en Viena donde Guttmann falleció y fue enterrado el 28 de agosto de 1981, se arrodilló ante a su tumba suplicando clemencia para hacer desaparecer la maldición.

En 2014 y como último recurso desesperado para romper el maleficio en su 110º Aniversario, el Benfica inauguraba una estatua de Guttman encargada al escultor húngaro László Szatmári, la cual se colocó en la puerta 18 del Estadio da Luz. No serviría de mucho ya que ese mismo año perderían la final de la Europa League contra el Sevilla y en la ¡tanda de penaltis! para más inri, por lo que la profecía siguió su camino y si los cálculos no nos fallan, aún quedan 43 años para que se rompa el hechizo.