Opinión | La señal

Tendría que haber muerto yo

Estaba despierto desde hacía más de una hora. Tras la primera cabezada, la vigilia, quién sabe por cuánto tiempo. Y se perdió en sus pesares solitarios, de unos a otros, interminables, cogidos como varias ramas de cerezas, del presente casi ninguno, todo pasado, un fantasma que se le aparece luminoso en la oscuridad de cada noche, sin faltar a una sola cita. Puedes perder tu camino entre las sombras del pasado, que escribió Céline. Oyó un pequeño ruido, la ventana, dedujo, pero si la cerré... Después otros seguidos, son pasos, y se incorporó en la cama prestando atención.

Aquella es una casa de campo, próxima a la carretera, alejada de otras viviendas, se ve desde lejos su fachada blanca, las viñas, una alberca en la parte de atrás. Cuenta con 77 años y aunque ya no hace las faenas diarias del campo sí otras muchas de aquella pequeña finca que solo trabaja y guarda él. Se ha levantado. En lo alto del armario, y que fue de su mujer, tiene una escopeta de caza, la carga sobre sus rodillas, solo un cartucho, anda descalzo, ahora escucha un abrir y cerrar de cajones, se aproxima al que todavía llama comedor, para en la esquina y se acostumbra a la débil luz que penetra en sus pupilas desde la carretera, y lo distingue, arrodillado, frente al aparador, y entonces entra y exclama, a tres metros, ¡alto!, ¡quién es!, y aquel hombre da un brinco y se va para él y, entonces, solo entonces, con la escopeta en la cintura derecha y el cañón ligeramente alzado dispara, ¡ay, Dios mío! La detonación hizo el día amarillo por unos instantes, y volvió la noche inmediatamente después.

Miró en derredor, no había nadie más, fuera solo las siluetas de la noche. El hombre caído sobre sus espaldas tenía una gran mancha roja sobre un círculo negro irregular en el pecho. Se dijo, tengo que llamar a la Policía, la local. Regresó al dormitorio, se sentó al borde de la cama, le dio una pequeña patada a la escupidera, bebió agua y marcó.

Poco después se presentó una pareja de municipales, más tarde llegaron varios agentes de la Policía Nacional y lo detuvieron, no se lo podía creer. Aquel adulto, de unos 35 años, estaba muerto.

El resto de noche lo pasó en comisaría, declarando. Se veía en una situación extraña. ¿Cómo que por qué le disparé?, ¿qué se supone que tenía que haber hecho?, ¿dejar que él, más joven y fuerte que yo, se me abalanzara y moliera a golpes?, ¿que por qué sabía yo que eso iba a suceder?, ¿pues no había entrado en mi casa, de noche y cerrada?, ¿pero es que uno no puede ya ni quiera defender su casa?, mira lo que le pasó al Nico, que le ocuparon su piso y él vive en una pensión, sí, claro, tengo licencia de caza desde que era mozo, ¿qué si sabía si podía morir el ladrón?, no, desde luego que no pensé en eso cuando se vino para mí, no me dio tiempo a hacer un estudio de la trayectoria del cartucho y dónde le podía alcanzar y si…, no, la verdad es que no, lo siento y pido disculpas. Preguntas y más preguntas, resultaba sospechoso que defendiera su casa y su vida, hasta posiblemente culpable.

Poco después era puesto a disposición del juzgado de guardia y conducido a prisión provisional por supuesto homicidio consumado, aunque un homicidio no consumado… ¿es posible?, para que sea homicidio debe consumarse. Yo apenas fui a la escuela, tuve que trabajar desde pequeño, igualito que el que entró por la ventana, que los palos que ha dado han sido a los demás, se decía en el furgón con las esposas puestas y la cabeza alta mirando la chapa gris del techo. Cuando salga de la cárcel, si no muero dentro, me dejaré matar la próxima vez que asalten donde puñetas viva, así cumpliré lo que se espera de alguien como yo. ¿Y mis nietos?, no quiero que vengan a ver a su abuelo entre los barrotes, ¡ay, Dios, ayúdame! Miguel de Unamuno decía:

¡Dime qué dices, mar, qué

dices, dime!

Pero no me lo digas; tus

cantares

son, con el coro de tus varios

mares,

una voz sola que cantando

gime.

Ese mero gemido nos redime

de la letra fatal, y sus pesares,

bajo el oleaje de nuestros

azares,

el secreto secreto nos oprime.