Opinión | Tribuna

Dejemos hablar a las piedras

Cueva descubierta en La Araña

Cueva descubierta en La Araña / L. O.

Los momentos no llegan nunca tarde ni pronto, llegan a su hora, no a la nuestra, no tenemos que agradecerles las coincidencias, cuando ocurran, entre lo que ellos proponían y lo que nosotros necesitábamos», me comenta José Saramago frente a los perfiles apenas distinguidos trazados por el taró en El Peñón del Cuervo. El narrador portugués me conduce a través de su obra ‘La Caverna’, envueltos en esa niebla persistente, a cuestionarme sobre la condición humana coetánea, vaciada por la desmedida veneración al consumismo como marchamo de referente social; este proceso -poco ético y muy degenerativo- provoca, ente otros efectos, la producción de un mayor número de residuos innecesarios; el uso excesivo de recursos naturales o la pérdida de rasgos característicos de las diferentes culturas. En ese instante, observo el contraste de las estructuras de la fábrica de cemento con las fachadas que dan cobijo al Parque Arqueológico de La Araña.

Tras la constatación por un equipo internacional de investigadores quienes aseveran que las marcas rojas de origen humano descubiertas en la Cueva de Ardales sean probablemente las pinturas rupestres conocidas más antiguas del mundo -con una datación estimada de unos 65.000 años de antigüedad -, el hallazgo de la cavidad encontrada en La Araña nos llega a su debido tiempo y plantea un estudio exhaustivo sobre la cavidad para obtener una interpretación rigurosa sobre el nuevo descubrimiento y su trascendencia, con la voluntad de no tropezar indefinidamente con las piedras -hoy muchas ya sepultadas- del patrimonio histórico de Málaga, como ha ido ocurriendo lamentablemente en significativos casos. Al respecto, -en este día tan señalado- evoco a García Lorca cuando nos dice: «Hay cosas encerradas dentro de los muros que, si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo». Dejemos hablar a las piedras.