Opinión | EL CONTRAPUNTO

Aquel Hotel Atlantic, entre Marbella y Hamburgo

Nunca podré olvidar mi primera visita a ese hotel, que siempre me parecerá portentoso: el Atlantic de Hamburgo. Apostado sobre las aguas del Alster, ya convertidas éstas en lago, y con los campanarios y los parques de la hermosa ciudad hanseática, como un espléndido telón de fondo. Se merecía este gran hotel todos los superlativos: perfecto, majestuoso, bellísimo, tan elegante como uno de aquellos impresionantes transatlánticos de la edad de oro del gran turismo. Los que en aquella lejana época fondeaban cerca del hotel. Pues sí. El Atlantic, desde su apertura en 1909, siempre había inspirado adjetivos como los que acabo de desgranar. Era algo sencillamente inevitable. Incluso ahora, después de una muy acertada renovación y un inteligente cambio de estilos.

Era el mes de octubre de 1968. Un grupo de animosos profesionales de la Marbella turística, con la inestimable colaboración de SABENA, la compañía belga de aviación, llegó una mañana a aquel hotel legendario. Este próximo mes de octubre se cumplirá algo más del medio siglo de aquello. Fue una de las más eficaces promociones de la historia de la entonces joven industria turística española. La famosa Embajada Volante de Marbella, la que durante un mes recorrería las principales capitales de Europa. Con la buena nueva de la llegada de una nueva estrella - Marbella - al firmamento de los grandes destinos turísticos:

Hamburgo, la legendaria ciudad hanseática, ya era entonces una de las grandes metrópolis de la nueva Alemania. Por supuesto, seguía siendo un gran puerto, abierto a todos los mares del mundo. Sería una de nuestras paradas más importantes en aquel periplo europeo, histórico en tantos aspectos. Sigue siendo aquella promoción una joya de la alta diplomacia turística de la España de aquella época. A la que todavía recordamos con emoción los que tuvimos el privilegio de participar en ella. Significó la presentación en el norte de Europa de una Marbella en estado de gracia. Hasta el día de hoy estoy convencido de que nuestra llegada al Hotel Atlantic y la recepción que ofrecimos en sus salones a la ‘Prominenz’ del norte de Alemania, tuvieron un inmenso impacto. Cuyos efectos y cuyos beneficios percibimos inmediatamente en la Marbella de entonces. No sería justo no mencionar ahora, con gratitud y respeto, a dos personas que hicieron posible aquel milagro. Nuestra admirable amiga, la baronesa Barbara Rodatz, decana de Airtours Flugreisen GmbH y a un personaje clave, marbellí por vocación: Leonardo Llorente, maestro de tantos maestros hoteleros. Sin ellos, aquel capítulo glorioso de la historia de la Costa del Sol malagueña hubiera sido sencillamente imposible.

Alguien del hotel nos dijo entonces que la brillantez de la recepción ofrecida por la ciudad de Marbella en el Atlantic al ‘Who’s who’ de Hamburgo fue de tal calibre que ésta recordaría otro gran acontecimiento social: la histórica fiesta de la inauguración de la augusta casa el 2 de mayo de 1909. Aquella se convertiría en parte de la historia del Hamburgo de la ‘Belle Époque’. Al fin y al cabo fue el marco del nacimiento de un hotel excepcional. Después de dos años de trabajo muy duro y una colosal inversión de 14 millones de marcos imperiales. Entre los invitados de entonces destacaban distinguidos miembros de la realeza, de la nobleza de la sangre y del pensamiento, además de personajes muy importantes, como el señor von Bülow, representante plenipotenciario del Reino de Prusia y del Imperio Alemán. A los que acompañaban almirantes de la Marina Imperial, altos mandos de los ejércitos imperiales y reales, magnates de la industria, de la banca y de las más importantes compañías navieras del mundo. Fue un acontecimiento memorable, también gracias al buen hacer de los trabajadores y los grandes profesionales del hotel. Dirigidos por el gran Franz Pfordte, el famoso ‘maître d’hôtel’ del Atlantic, a la cabeza de un ejército de espléndidos colaboradores. Apoyados desde las cocinas por un mítico chef y su brigada: nada más y nada menos que el gran Alfred Walterspiel.

La singladura del Atlantic consiguió ser espectacular a lo largo de los años. Tanto en tiempos de bonanza como en tiempos oscuros. Y así se confirmó con la presencia en el hotel de los más grandes personajes. Dos guerras mundiales después, en un mundo en el que ha cambiado todo, el Atlantic de Hamburgo, sigue siendo un imperturbable timonel de su propio destino. Consciente de ser uno de los más grandes hoteles del planeta. La verdad es que no fue una mala idea el presentar allí, ante el mundo turístico de la Europa del Norte, a una joven y prometedora Marbella. Pronto celebraremos un nuevo aniversario de aquella fecunda y acertada iniciativa. A los que la hicieron posible, desde estas humildes líneas, hago llegar nuestra gratitud y nuestra admiración.