Opinión | Entre el sol y la sal

Rock and roll actitud

Ensayo de Loquillo y su banda en Zaragoza previo al inicio de la gira 'El último clásico'

Ensayo de Loquillo y su banda en Zaragoza previo al inicio de la gira 'El último clásico' / Ferran Sendra

Este viernes aproveché mi cumpleaños para visitar Granada fugazmente y asistir al concierto de Loquillo en los vergeles del Generalife. Para los de la ESO, el Generalife es la villa nazarí bellamente ajardinada que está junto a la Alhambra. La cerveza no, el monumento. Entre himno e himno el Loco dejó una frase que me asalta desde entonces: hay una cosa peor que el miedo, y es el silencio.

Cientos de años, y otros tantos artistas, desde Abu Haq Es Saheli a Enrique Morente, han pasado por ese mismo escenario convirtiendo la fortaleza roja en símbolo de multiculturalidad, crisol de artes. Y allí, acompañado de los magistrales Josu García e Igor Pascual, Loquillo nos incita a levantar la voz en vez de callar, aguantar y tragar. Lo hace sin tomar parte por unos u otros, sólo se posiciona de forma elegante contra el miedo, y que cada uno se averigüe sus propios fantasmas. Sean cuales sean, enfrentémoslos. Y en eso que, previos acordes de mi revivido paisano, Alfonso Alcalá, se alzó La mataré y sobrevoló la noche granadina cantada a coro por un público inteligente y capaz a partes iguales que entendió, lejos de apasionamientos ideológicos, que esa es y siempre será la primera canción del rock español contra la violencia machista.

Hoy en día, en el que a todo se le busca un sentido agitador y cizañero, hay que ser valiente para cantar La mataré y no desterrarla al cajón de lo políticamente incorrecto. Más aún cuando lo haces sin necesidad, pues tienes un repertorio trufado de temazos que te aseguran el éxito absoluto sin rozar la discordia. Pero supongo que debe ser jodido apagar los micros y, cuando vuelve el silencio, sufrir la carcoma de haberte quedado con algo por decir, por cantar. Loquillo lo hace con orgullo y me da la impresión que se la sudan las hordas de odiadores que intentarán sacar su minuto de gloria al tildarlo de machirulo, etc. Puede que esa sea su forma de no guardar silencio frente al miedo reinante que ha inoculado su metástasis en medios de comunicación o redes sociales bajo el lema de un falso relativismo donde abrevan todas y cada una de las afrentas que aspiran a ser aplaudidas y, por tanto, subvencionadas.

Yo, por mi parte, se cuál es mi forma de no sucumbir al miedo, de no callar, y ustedes la leen cada dos semanas. Cada uno debe encontrar su forma de no dejarse vencer, de rebelarse contra este terror taimado que nos sirven con una sonrisa hipócrita y el dulce veneno del conmigo o contra mí. Lo disfrazan de luces impactantes, de inmediatez, de like, de trendy, de la madre que lo parió; pero lo cierto y verdad es que se impone gota a gota y cada vez es más difícil detectarlo. Por eso hace falta cultura y educación, para formar al individuo y dotarle de armas que le permitan batirse en intelectual duelo con esta sociedad que socaba la libertad por la comodidad de pertenencia al grupo y el módico precio del qué dirán.

Hay un momento en la vida de todos, sin importar a qué nos dedicamos, en que se apagan los micrófonos, vuelve el silencio y nuestra conciencia nos ajusta las cuentas. Ser sincero sobre lo mucho o poco que se ha luchado depende de cada quien. Unos lo llaman honestidad. Yo lo llamo Rock and Roll actitud, y no muere.