Opinión | TRIBUNA

Relatividad

Todo es relativo. El tiempo, el dinero, la velocidad, la belleza, la fama, el tamaño, la alegría, el arte y hasta las penas. Tus mil euros son una broma en el bolsillo de Bill Gates. Tus 140 kilómetros hora son un paseo para Fernando Alonso. Tu 1,75 es una miniatura para el gigante Sabonis. El hombre se empeña en cuantificar; cuadricular, medir, ‘parir’ unidades con nombres de invento de ‘Blade Runner’ y llevar las cuentas de cabeza. Algunos pasan años jugueteando con velocímetros, reglas, mapas, relojes, listas, cuadernos de ‘debe y haber’ y tablas de Excel con numerillos de hormiga en los que se cuadra lo ‘incuadrable’, más allá de la prosa nuestra de cada día. No deja de ser gracioso teniendo en cuenta que uno de los mayores genios de la humanidad, el Nobel Einstein, se pasó la vida haciendo justo lo contrario; es decir relativizando aquello que se pensaba objetivo a este lado de la Galaxia.

Por si no os habéis enterado, resulta que tenemos un volcán en erupción en las Islas Canarias. La Tierra escupe tierra y nace un delta que es mezcla de flujo ardiente y escombro en un lugar de la España naciente. Una catástrofe que, sin embargo, ‘construye’ un trozo de suelo que obliga a cambiar la cartografía de la línea de costa; una rareza con la que los técnicos del catastro y los inventores del IBI ya se frotan las manos. La naturaleza destruye, pero esa misma destrucción se transforma en creación. ¿Es también relativo esto? ¿Cómo lo medimos?

Una legión de compañeros, micro en mano, cuentan minuto a minuto la desgracia de miles de paisanos a los que el fuego y la ira de las entrañas del abismo les arrebata sus mundanas posesiones. El hecho de quedarte sin casa, sin huerto y sin finca; casi sin vida, dicta mucho de ser subjetivo. Podríamos establecer aquí un consenso en contra de la relatividad, al menos en lo que a la del bolsillo y los bienes materiales se refiere. No es un tema para recrearse en él, ni para andar todo el día sacándole punta en los magazines de ‘prime time’. Se puede informar sin tener la alcachofa permanentemente sobre la lágrima ajena, de eso no hay duda. Pero ‘The Show must go on’ y ahí sigue el metraje de horas, minutos y segundos en sesión continua hasta que el espectador naturaliza la catástrofe ‘no relativa’ como eso mismo, un ‘show’, del que ya no se inmuta porque se ha convertido en una suerte de fondo de armario televisivo a cuyo ‘run run’ nos familiarizamos mientras se tuestan en la sartén los huevos fritos con patatas. ¿Cuántas veces hay que contar la misma historia para sacar pecho en los índices de audiencia? Pregunta retórica.

Por otro lado y en paralelo; el Covid, que para ser sinceros, cada vez vendía menos, ya casi no existe en los telediarios ni prácticamente en la agenda política. El evento vulcanológico lo ha sumido en la miseria. Justo cuando se agotaba -el Covid- llegó el calambre mediático. Unos vienen; otros van. En el Periodismo pasa a diario. La factura de la luz ha reducido el virus a una columna de salida. De este nuevo problema tenemos ahora crónica diaria de récord tras récord en récord en una espiral que me tiene cortocircuitado el cerebro y fritas las neuronas porque ya he perdido la cuenta de la cantidad que pago por el kilovatio hora; una unidad de medida que seguramente no es relativa -o sí, fuera de la Tierra, según Einstein- pero que tampoco me han explicado los expertos televisivos. El kilovatio hora me suena a ‘palabro’ manoseado por pilotos de ‘Naboo’ en cualquiera de las chatarrerías de naves espaciales de Star Wars. Yo pago en euros y mi factura viene con la misma potencia numérica que ya traía el año pasado. Por si acaso, cuando cambio las bombillas, siempre hago saltar los plomos.

Lo dicho. Todo es relativo ¿Son los mismos números los que se usan para contar manifestantes que los que dan el resultado de una plaza de toros llena de correligionarios en Valencia? ¿Son las mismas unidades de medida las que utiliza Maduro cuando habla de los que le apoyan que las que da la prensa independiente para hablar de los venezolanos que huyen por las fronteras con hambre y rabia? Por cierto, últimamente Venezuela tampoco existe. Será el volcán ¿Se contarán igual los dígitos de la cuenta corriente de Antonio Carmona, exconcejal y portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, ahora que es vicepresidente de Iberdrola? ¿Es esto relativo? Son cuestiones para Cuarto Milenio.

Y mientras tanto, la rueda sigue moviéndose. Gira y gira el mundo en el espacio infinito.

Con amores que se van y con amores que aún no han sido; pero sobre todo con dramas, que es lo que más nos gusta narrar. Las buenas noticias se las lleva el viento. Una catástrofe da el relevo a la siguiente y los números, como en las cuentas del Gran Capitán, nunca cuadran. Seamos relativos. Hay que relativizar.