Opinión | La señal

Una patera para Sheikh

La noche está negra, sin luna, no la rompe más que el suave murmullo de las olas. La patera, con un motor fueraborda Honda Marine 2.3 CV de eje corto, rompe la mar con una herida poca profunda de espumas. El guía y piloto se orienta con el móvil y el penetrante olor de la gasolina nos tiene mareados pese al aire purísimo del Mediterráneo. Ninguno hablamos, la embarcación acoge a veintidós, todos magrebíes, como yo, pero solo me fijo en el Sheikh. Ya hemos dejado atrás la isla de Alborán, extrañamente plana… ¿qué pasa? Un barco se aproxima rápido hacia nosotros aunque en perpendicular. El guía apaga el motor y nos agachamos instintivamente. Pasa de largo, es una baca, un pesquero de arrastre en busca de su banco de pescado. Todos estamos sumidos en nuestros pensamientos, nos dominan como terroríficos fantasmas. A mi lado hay una mujer agarrada a la mano de un joven.

El Sheikh no ha dicho una sola palabra desde que salimos de entre las rocas. Su figura despierta la admiración de quienes le conocen por lo que se cuenta de él, pero también destila miedo de lo que es capaz de hacer por Alláh. Aláamdu liyâ -alabado sea Dios-. Su leyenda está preñada de retazos de hechos nunca conocidos del todo. Fue detenido en Turquía por intentar pasar a las zonas de combate yihadista, y en su país, Argelia y… No nos ha adelantado casi nada, dice que cuanto menos sepamos mejor. Sí sé que en Barcelona quiere que yo compre un kalashnikov. No es fácil, pero es barato y sé donde hay que preguntar. Allí nos financiaremos desvalijando a los turistas. No me hace gracia pero… si lo quiere Alláh.

Me acuerdo tanto de mi pobre madre y de mi hermano pequeño, y miro la lejanía de las sombras. ¡Ay! El EI -ad-dawla al-islamiya- me ha elegido y no puedo defraudarle. Mi destino solo lo sabe Él. En enero, cayeron tres hermanos también en Barcelona, el Sheikh los dirigía desde las afueras de Argel. Ahora hemos aprendido mucho. Aquella operación la llamaban los cristianos Arbac, ellos sabrán por qué. En Cataluña somos miles de hermanos, ni se imaginan cuántos, los conozco de Marruecos, de Pakistán… qué sé yo…

Tengo en mis manos el sagrado Corán, mientras otro joven apoyado en la borda me mira y fuma, y leo para mis adentros la Sura 2, versículo 191: «Matadles donde deis con ellos y expulsadles de donde os hayan expulsado. Tentar es más grave que matar. No combatáis contra ellos junto a la Mezquita Sagrada, a no ser que os ataquen allí. Así que, si combaten contra vosotros, matadles: esa es la retribución de los infieles».

A la derecha, por el Este, se adivina una tenue luz, no nos debe quedar mucho. Miro al Sheikh, me mira él, pero no sonríe, quizá sepa que morirá por Alláh o… El olor de la gasolina es inaguantable, y eso que me da la brisa en la cara. Guardo el Corán, no puedo estirar las piernas de lo apretados que estamos todos. Ya veo un resplandor de color salmonete en el horizonte, un nuevo día se hace sitio y… la costa se perfila próxima. Las gaviotas planean cerca, no estamos lejos.

¿Qué tendrá pensado el Sheikh? Recuerdo el mes de agosto de 2017 en Barcelona, las Ramblas, les dimos fuerte, ni se lo esperaban, y Cambrils. Pero lo más grande fue en los trenes que iban a Atocha, más fuerte que en París. Los franceses nos persiguen por todas partes, en Mali tienen a cinco mil paracaidistas, los españoles no, se asustaron, y su Gobierno más, hay que ver los milagros que hacen las bombas. Pero si hasta le hemos pegado al Gran Satán en la boca, en Nueva York. Con los judíos es distinto, de momento no podemos, pero también les llegará la hora. Es verdad que muchos hermanos han muerto, pero ahora están en el Paraíso. Ya veo una playa. El Sheikh me hace una seña, que no me levante, que espere que salgan todos y se dispersen. Saltamos al agua con las mochilas a la espalda, la patera se da la vuelta y miramos en todas las direcciones. Lo hemos conseguido. Estamos en Al- Andalus.

Edgar Allan Poe escribió:

Tu alma, sobre la tumba de

piedra gris

a solas yacerá con sombríos

pensamientos;

nadie, en toda esa intimidad,

penetrará

en la delgada hora de tu

Secreto (…)